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Pisos con vistas al mar tapiadas

"Nos han dejado sin luz, sin aire y emparedados", explica, sumida en la indignación, Trinidad López. Esta mujer es una de las vecinas de un nuevo edificio situado en el nuevo frente Marítimo del Poble Nou, en Barcelona, que hasta ahora creía "con vistas al mar" y al que de repente le ha crecido una gran estructura de hormigón que no sólo les ha cambiado el paisaje, sino que les ha dejado sin vistas. El hotel, de cinco plantas de altura, crece pegado al bloque de viviendas que ocupan las familias expropiadas de la Calle de Taulat. Apenas cinco meses después de haberse mudado a los nuevos pisos, sus ocupantes han visto levantarse ante sus balcones la estructura de hormigón del nuevo hotel. La edificación, aseguran, les ha cogido por sorpresa. Llegaron a los nuevos pisos dispuestos a olvidar el trago de la expropiación anterior. Reconocen que cuando compraron el piso sobre plano les dijeron algo de que en el solar de delante querían construir un hotel o una residencia de ancianos. Trinidad López cuenta que no le dieron importancia porque el terreno les pareció suficientemente amplio. "Somos obreros, no entendemos mucho de planos y confiamos en el Ayuntamiento", recuerda. Lo que nadie imaginó entonces es que el hotel en cuestión lo iban a levantar tan cerca de sus viviendas que si se asoman por la ventana de algún dormitorio tocan con la cabeza en el muro. En estos momentos, el hotel, propiedad del grupo de empresas gallego Fadesa, ya alcanza cinco plantas de altura, es decir, la misma altura que el inmueble de viviendas en forma de ele. Mientras los vecinos piden que se derribe el hotel, desde Regesa, empresa pública que ha construido los pisos ahora emparedados, se les plantean otras alternativas que van desde modificar los tabiques de la sala de estar a que se trasladen a otros pisos vacíos. La impotencia de las 11 familias de la calle de Provençals, que son las que se consideran más perjudicadas, se expresa en comentarios como el siguiente: "No queremos que nos den dinero. A nosotros nos gusta nuestro piso, no queremos que nos den otro, ya lo hemos amueblado y acabamos de llegar". Trinidad López se pregunta indignada: "¿Es que el señor alcalde nos tiene que echar cada dos por tres de nuestras casas?". Regesa descarta la posibilidad de derribar el hotel. La construcción del edificio avanza a buen ritmo con turnos de trabajo que, según los vecinos, incluyen los sábados y domingos. Los residentes se quejan de que no pueden abrir las ventanas para que se ventilen sus casas por culpa del polvo y de las ratas que entran, sobre todo a las plantas bajas. Cuando plantean sus quejas al concejal del distrito, el socialista Francesc Narváez, su respuesta es que el proceso se ajusta a la legalidad, pero este argumento, lejos de convencerles, les enerva aún mas. La consejera delegada de Regesa, Teresa García, explica que informaron a los vecinos de que junto a sus casas iría un hotel y, de hecho, según añade, en el plano aparece enganchado a las viviendas porque se considera parte integrante de un único edificio. El problema estriba,según García, en que la promotora de Fadesa se retrasó en hacer las obras y los nuevos residentes tuvieron tiempo de acostumbrarse a contemplar unas vistas maravillosas y ahora les cuesta aceptar que no las tienen. Regesa no quiere ni oír hablar de derribar el hotel: "No puede ir abajo sólo porque unos vecinos pierden las vistas", apostilla la consejera delegada. Lo que no se descarta es que la promotora que compró en su día el solar a Regesa por 140 millones de pesetas suavice un poco una de las esquinas. Fadesa tiene previsto invertir 800 millones en el hotel. La concesión de la licencia por parte de los servicios municipales de urbanismo se ajusta a la legalidad. El problema, según Regesa, se debe a "un error de percepción de los vecinos". Sin embargo, dadas las circunstancias, Regesa dice estar dispuesta a negociar con los perjudicados otras alternativas, como el traslado a pisos que aún están vacíos. De las 275 viviendas de esta manzana del Frente Marítimo construidas por Regesa, 250 son de protección oficial, destinadas a albergar, aparte de los afectados urbanísticos de la calle de Taulat, a los expropiados de otras zonas de la ciudad. Los 25 pisos restantes se vendieron a precio tasado. El edificio forma parte de la operación que desde el Ayuntamiento se presenta como una de las más importantes de la Barcelona del 2004.

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