Koldo Saratxaga
,Si los trenes, según Joaquín Sabina, eran "animales mitológicos que iban hacia el Norte", los autobuses pertenecen a la mitología ciudadana, cotidiana, que nos llevan al trabajo o de excursión; un elemento de la nueva sociología urbana, ante el poder intimidatorio y atascador de los vehículos particulares. Forman parte del paisaje de la urbe, tanto como de la conexión entre los pueblos. Quizá resultaría exagerado decir que desde la resurrección de la empresa Irizar el paisaje ha cambiado y no sólo hay más, sino mejores autobuses, más atractivos, incluso chocantes, de diseño, que surcan las carreteras nacionales y las avenidas locales rompiendo el tono gris habitual de las ciudades. No resulta exagerado, sin embargo, asegurar que Koldo Saratxaga (Galdakao, 1949), gerente de Irizar, tiene un porcentaje elevadísimo de culpa en el trasiego. Su perfil añade elementos tan chocante como las carrocerías con las que viste a los autobuses, que han convertido a esta empresa carrocera en la segunda europea de su sector con mayor presencia internacional. Saratxaga ingresó en el grupo cooperativo Mondragón como gestor de empresas en crisis. Esta imagen profesional tiene su haz y su envés. El cine ha inmortalizado al Mickey Rourke de Nueve semanas y media como el tiburón que compraba empresas hundidas para reflotarlas, desde su ingente poder, y venderlas a buen precio. La actividad sigue. Saratxaga cultiva su versión positiva en la confianza que le inspira el trabajo de las personas como principales agentes del éxito. Sorprende también que esa ingente labor de salvamento y socorrismo empresarial, que habitualmente corresponde a los patronos privados, Koldo Saratxaga la haya ejercido en el marco de una empresa, empleado cualificado en suma, aunque no ha perdido un ápice del espíritu visionario y emprendedor que caracteriza a los pioneros y emprendedores individuales. En cierto modo, ha colectivizado la mitología empresarial, como los autobuses han urbanizado la mitología de los trenes. Koldo Saratxaga, como todos los innovadores, no tiene recetas; si acaso, culto a la persona, profesión de fe y esa devoción por la entrega que asusta tanto como encandila. Por ello dejó Etorki, donde llegó procedente de Vidrieras de Llodio, porque "el sentir humano" no estaba con su espíritu de "sufrir para crecer", como declaró recientemente en una entrevista con este periódico. Y entonces se integró en MCC y solicitó Urola, una de las peores cooperativas del grupo en resultados, a la que convirtió en dos años en la tercera del escalafón. Cumplido el asunto, pasó a Irizar, una empresa al borde de la quiebra, situada en el corazón de Guipúzcoa (Ormaiztegi) y aparentemente sin futuro. Y el milagro se repitió. Hoy tiene plantas en China, Marruecos y México (mediante el sistema de joint-ventures (negocios conjuntos) validando así su apuesta por la internacionalización en lugar de la diversificación de productos. Prefirió, en suma, el riesgo casi máximo en lugar de tratamientos más convencionales. Innovación laboral No tiene recetas, no practica la magia. Pero sí apuesta por la innovación y mantiene algunos mandamientos: "Sólo las personas pueden hacer que una empresa tenga éxitos"; "yo no creo en el control ni en la persecución. Defiendo la pérdida del poder del sistema vertical"; "prefiero la gente que protesta, porque seguro que hay algo de razón en lo que dice, si se le escucha deja de ser extremista y se integra en el sistema". Su credo se ha traducido en un sistema de trabajo singular: sin horarios, sin jefaturas, basado en la responsabilidad compartida y en la autoorganización para cumplir el objetivo: el yo y el otro, como elementos imprescindibles para sacar el objetivo adelante. Saratxaga cultiva también el gusto por la diferencia: en la organización, en el sistema y en la estrategia. Y el asunto funciona aquí y, en cierto modo, en las plantas del extranjero, con culturas y modos diferentes. Elegido emprendedor del año por el diario Cinco Días, elegido empresario del año en Guipúzcoa, premio autobús del año en Gran Bretaña y en España y premio Príncipe Felipe a la Excelencia Empresarial, el gestor de empresas en crisis se ha convertido en gestor del éxito. Y ha contribuído al consenso territorial: una empresa guipuzcoana, dirigida por un vizcaíno, traslada al Athletic. La razón nunca es baladí.
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