Casi como en los Balcanes
"Durante todo el día hay un intenso olor a comida; como cocinan con leña hay pucheros en el fuego a todas horas. Todos los campos de refugiados están cubiertos por una nube de humo". Ángel Cabello, voluntario de Médicos Sin Fronteras (MSF), ejercía ayer de guía en un campamento de refugiados similar a los que existen desperdigados por el mundo. Pero en El Arenal bilbaíno no hay ni refugiados. Ni nube de humo. Todo lo demás es de verdad, como hoy en los Balcanes y en otros muchísimos lugares del planeta. Médicos Sin Fronteras aprovechó la apertura al público del lugar para reclamar un espacio humanitario en Kosovo controlado por Naciones Unidas, no por la OTAN Un recinto como el instalado no lejos de grandioso Guggenheim podría ser el hogar de hasta 30.000 personas huidas o expulsadas de sus hogares por guerras o catástrofes. "Hay campos como todo Bilbao". "Las zapatillas son de rueda". Aitor, un chavalillo que estudia 6º de Primaria en el colegio público Cueto de Sestao tomaba notas. "Es que luego se lo tenemos que contar al resto de la clase". Él y 22 compañeros de escuela de diversas edades intentaron no perder detalle. La mayoría se animó a probar las nutritivas galletas de las que se alimentan los refugiados nada más llegar a los campamentos, cuando el arroz, los frijoles, el maíz y el resto de la comida aún está por llegar. Es una especie de polvorón que aporta los nutrientes necesarios para sobrevivir. Sólo a uno de ellos le supo asquerosa. Para el resto fue aceptable. El recorrido fue didáctico al 100%. A medida que iban recalando en las tiendas de campaña que sirven de vivienda o dispensario Esther, también de MSF, les iba formulando preguntas. "¿Sabéis qué es esto?", preguntó ante varios tipos de minas (descargadas, por supuesto). Sabían lo que eran, aunque no tenían muy claro cómo matan y cómo se desactivan. Esta médico de Erandio de 31 años que trabaja desde hace dos sobre el terreno para MSF -una "expatriada" dice ella- les contó que colocarlas cuesta cuatro perras y retirarlas una millonada. También les habló del Tratado de Ottawa por el que 70 países se comprometieron a no fabricarlas. "Y luego las volvieron a fabricar", espetó un crío ante la sorpresa de la voluntaria. "Espero que no", contesto ella. Este montaje itinerante -ha estado en seis países y en las próximas semanas recalará en otras cuatro ciudades españolas- acerca a la ciudadanía una realidad que sólo conoce por los medios de comunicación. En el grupo casi siempre había alguno que se sabía la respuesta. Que un amanecer o un atardecer dibujado en un sobrecito de plástico indica al paciente analfabeto cuándo tiene que tomarse las pastillas o que el dibujo en la entrada de las letrinas explica hábitos higiénicos básicos. El que sabía se lo explicaba al resto con sus palabras y si había alguna puntualización que hacer, ahí estaba Esther, la voluntaria. El alumnado de Cueto y MSF se conocen desde hace casi un lustro. Todo empezó cuando los críos eligieron dar a esta ONG lo recaudado en un mercadillo. Cada año repiten la experiencia. Los chavales hacen una donación y a cambio reciben charlas. Todos quisieron que la médico les desinfectara con agua para entrar en la zona del cólera. Esa enfermedad que, en palabras de Esther, no es más que "una pirrilera bestial" que se cura con agua y más agua. Estos enfermos beben toda la que necesitan para rehidratarse; el resto de los habitantes de un campo sobrevive con 20 litros diarios. Convertir el líquido en potable es una tarea de titanes. En los países desarrollados cada persona gasta unos 160 litros al día. Diez cada vez que tira de la cadena. Esto también lo aprendieron durante la hora larga que duró el paseo entre tiendas de campaña levantadas con plástico, cañas de bambú o tela. Los materiales varían según la climatología. El montaje estará en Bilbao hasta el próximo domingo. Mañana hasta las cinco de la tarde será el turno de los colegios. Después, hasta las ocho, y el fin de semana a partir de las diez de la mañana podrá entrar cualquiera. Es gratis.
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