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GUERRA DE YUGOSLAVIA Cumbre de Washington

La Alianza sigue confiando en la acción aérea, pero no quiere descartar ninguna alternativa

Xavier Vidal-Folch

Los aliados resucitaron anteayer la desechada hipótesis de una intervención militar terrestre -e insistirán en ella este fin de semana en la cumbre de Washington- con la intención política de que Slobodan Milosevic no se confíe. No pretenden ponerla en práctica inmediatamente, sino recuperar la desventaja psicológico-estratégica que les supuso excluirla públicamente de entrada, lo que Belgrado interpretó como un signo de debilidad de la OTAN y de la limitación de su compromiso. Además, este plan de radicalización puede ayudar a la labor mediadora del enviado ruso, Víktor Chernomirdin.

La hipótesis, endosada el miércoles por Washington y Londres, recibe carta de naturaleza del secretario general de la OTAN, Javier Solana, al anunciar que los militares aliados ya están actualizando el borrador elaborado hace un año para una acción por tierra. Solana presenta su anuncio de revisión del plan terrestre como algo de mero trámite, seguramente para permitir que la cumbre añada, en consenso, el énfasis que crea oportuno, o lo limite, así como para no entorpecer la mediación rusa. La opción terrestre -que exigiría más de 200.000 hombres y causaría centenares de bajas propias- se aparcó por el coste en vidas aliadas, que arriesgaría una reedición del síndrome de Vietnam, avivado por la llegada a las capitales occidentales de féretros metálicos. Y por la dificultad del cuerpo a cuerpo con un Ejército entrenado dese la época de Tito para defenderlo palmo a palmo de una invasión, entonces soviética.

Pero ahora, ante la resistencia del dictador de Belgrado y la conciencia de que "a este ritmo de limpieza étnica, Kosovo quedará vacío en un mes", indica un diplomático europeo, se desempolva esa opción para anular la desventaja psicológico-estratégica; demostrar la voluntad de intensificación bélica hasta el más alto grado; preparar a las opiniones públicas ante esa eventualidad, y suministrar argumentos adicionales a Chernomirdin en su labor de mediación, porque esa opción le permite agitar ante Belgrado el fantasma de un mal mayor que debe evitarse. Los aliados siguen fiando la estrategia a los ataques aéreos, pero saben también que "lo que ayer nos parecía inconveniente", en términos de dureza e intensificación de la campaña, "mañana podemos vernos abocados a suscribirlo".

Entre los esfuerzos diplomáticos de los aliados, tanto públicos como confidenciales, destaca el de recomponer la complicidad de Moscú. Tras la entrevista del 14 de abril, en Oslo, entre los jefes de la diplomacia estadounidense y rusa, Madeleine Albright e Ígor Ivanov, ambos destacaron el desacuerdo sobre el envío a Kosovo de una fuerza militar internacional. Es una exigencia occidental esencial, porque constituye la única garantía de que los refugiados vuelvan a casa con seguridad física, y fue la causa de que Belgrado rompiese las negociaciones de Rambouillet.

Pero el desencuentro se ha exagerado expresamente. El juego de Rusia es doble. "Públicamente niega esta exigencia y critica a la OTAN", para calmar a la Duma (Parlamento) y acumular credibilidad negociadora ante Milosevic, y por temor de que un día este envío sirva de precedente a una intervención internacional en una república caucásica, constatan fuentes diplomáticas. "Pero privadamente, no sólo asume las otras cuatro condiciones, sino que empieza a flexibilizar su postura sobre ésta", añaden. Indicios complementarios de la evolución de Moscú son que la televisión rusa ha empezado a ofrecer imágenes de los refugiados albanokosovares, y los positivos mensajes iniciales de Chernomirdin.

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