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El juez de Barakaldo asegura que no sospechó de la red de estafa de coches

El titular del Juzgado de Instrucción número 1 de Barakaldo, Agustín Hernández, quien declaró ayer como testigo en el caso de la estafa en coches de importación, dijo que nunca sospechó que a dos pasos de su despacho se estuviese cometiendo un delito. Los testimonios de los otros 12 testigos oscilaron entre la indignación de un padre de familia que pidió un crédito de casi dos millones y se quedó sin dinero y sin coche y la sorpresa de quien fue engañado por personas que le merecían absoluta confianza al ser funcionarios.

Cabizbajo, el sargento de la Guardía Civil José Antonio Santamaría escuchó desde el banquillo de los acusados el testimonio de un ertzaina que aseguró que le habían estafado por fiarse de él. El agente de la policía vasca pidió un crédito bancario de casi dos millones para comprar un coche de segunda mano después de que Santamaría le asegurase que Pedro Franco, quien se hacía pasar por perito judicial, "era un tipo altruista, que traía los coches por amistad, perdiendo dinero a veces". "Fue un año horrible", testificó el ertzaina, quien al ver que el tiempo pasaba y su vehículo no llegaba se presentó en los juzgados de Barakaldo para hablar con el juez Agustín Hernández, con quien el falso perito compartía mesa y mantel a menudo. "Yo no quiero saber nada de esto", le dijo el magistrado, quien agregó que Pedro Franco le había "faltado a la confianza". El agente relató ante el tribunal: "Después [el juez] me dio una palmadita en la espalda y me dijo que era un pobre desgraciado, que había tenido mala suerte". El juez le explicó que él también le compró un coche a Franco, pero había viajado hasta Bruselas para controlar la operación y no había tenido ningún problema. En su declaración, el juez aseguró que no recordaba haber hablado con el ertzaina, aunque sí con otro de los estafados. Pocos minutos antes, un funcionario de los juzgados de Barakaldo testificó que el magistrado le pidió que extendiese una tarjeta de identificación para que Pedro Franco pudiese entrar y salir del edificio judicial con libertad. "Me pareció raro, pero lo hice porque me lo pidió el juez", aseguró el funcionario. "Algo no funcionaba" "No era competencia mía autorizar ninguna tarjeta", replicó el magistrado. Preguntado por las acusaciones si alguna vez Pedro Franco le acreditó que fuese perito judicial, Agustín Hernández respondió que "nunca". La tensión aumentó en la sala cuando uno de los letrados le preguntó cómo era posible que no hubiese advertido que Franco utilizaba una sala del juzgado para firmar los contratos de venta de los coches, una sala por la que el propio juez pasaba a menudo para ir a su despacho. "No me llamó la atención", respondió irritado. "¿Tampoco tuvo conocimiento de las múltiples llamadas de los estafados al juzgado pidiendo explicaciones?", le preguntó el letrado. "Yo no estoy en el mostrador cogiendo el teléfono", zanjó el juez, perplejo ante el tono del interrogatorio. Entre los testimonios del resto de los testigos cabe destacar el de un conductor profesional que se libró de la estafa por precavido. Tras interesarse por la compra de una limusina blanca, que pensaba alquilar para bodas, fue avisado por uno de los acusados, Juan Antonio Ortiz de Urbina, de que "algo no funcionaba bien". La advertencia surtió efecto y no le dio a Pedro Franco "ni un duro". "Yo no doy dinero sin ver el vehiculo", aseguró el conductor en el juicio. Franco, quien está siendo juzgado en rebeldía, sigue siendo el centro de la causa. La vista continuará hoy.

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