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CAOS EN EL TRÁFICO AÉREO.

El 66% de los aviones que salieron ayer de Barajas despegó fuera de hora

Vicente G. Olaya

El aeropuerto madrileño de Barajas mejoró ayer sus índices de puntualidad con respecto a días anteriores, a pesar de que el viento sopló desde el sur, lo que obliga a los aviones a cambiar el sentido habitual de sus operaciones y provoca interferencias con el cercano aeródromo militar de Torrejón. Aun así, el 66% de los aviones partió con retraso, frente al 84% del día anterior. La cancelación de 17 vuelos de Iberia surtió su efecto para evitar un nuevo colapso.

Cuando el viento sopla del mediodía (lo que los técnicos denominan configuración sur), los aviones de Barajas tienen que cambiar el sentido de sus despegues y aterrizajes. Esta operación provoca interferencias con los despegues de los aviones militares de Torrejón, que tienen preferencia en sus maniobras. A pesar de ello, Barajas mejoró en 18 puntos sus índices de puntualidad con respecto al día anterior. Todo a punta a que las 17 cancelaciones de vuelos de Iberia y una de Air France hicieron su efecto: cuantas más operaciones se suspenden, más fácilmente puede salir el resto de aviones. Los retrasos afectaron también al vuelo de Iberia en el que la Reina debía partir hacia Ecuador, en visita oficial. Doña Sofía tuvo que esperar 35 minutos, acompañada por el secretario de Estado para Iberoamérica, Fernando Villalonga.

Cristina Almeida, candidata de la formación PSOE-Progresistas (unión entre el PSOE y Nueva Izquierda) a la Comunidad de Madrid, instaló por la mañana un pequeño puesto en el aeropuerto de Barajas para recoger firmas solicitando la dimisión del ministro de Fomento, Rafael Arias-Salgado, por el caos del tráfico aéreo. Almeida estuvo acompañada por Fernando Morán, candidato del PSOE a la alcaldía madrileña. Según Almeida, "se está perdiendo la capacidad de credibilidad de los servicios públicos". La candidata teme que se esté creando este descrédito "para poder privatizar luego".

Los retrasos no fueron tan grandes como en la jornada anterior, cuando un vuelo a Londres salió con seis horas de retraso, aunque los problemas y la indignación de los pasajeros que tuvieron que sufrirlos eran muy similares. Y, una vez más, los más enfadados eran los que tenían que realizar algún tipo de correspondencia entre dos vuelos. Si uno de ellos se retrasa, el viajero pierde el otro. En la mayoría de los casos, eso supone pasarse prácticamente todo el día en aeropuertos, aunque los vuelos sean a destinos cercanos.

Eso es lo que le pasó ayer a Gaston Jouffroy, que estaba indignado con Iberia. Tenía que viajar desde Lisboa hasta Málaga, y no había otra opción que ir hasta Madrid para luego coger otro vuelo. En Lisboa sufrió un retraso de tres horas, por lo que perdió el vuelo a Málaga. Al final, tardará unas ocho horas en llegar desde la capital portuguesa hasta la capital malagueña. "Es una catástrofe", se quejaba. "Yo viajo muchísimo por toda Europa y en ningún sitio te tratan tan mal como aquí. No te informan de nada. Le he pedido a la señorita que me deje llamar desde el teléfono del mostrador a la persona que me está esperando en Málaga, y me ha respondido que eso es una comunicación personal. ¡Pues claro que es personal, pero si no me hubieran hecho perder todo el día con sus retrasos yo no tendría que hacer esa llamada".

Pero lo que más impresiona a todos los viajeros es acercarse a las pantallas que anuncian las puertas de embarque de cada vuelo -prácticamente la única fuente de información-, y comprobar que junto al destino de casi todos los vuelos está la leyenda "retrasado/delayed". "Esto deprime a cualquiera", se quejaban unas jubiladas gallegas.

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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