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La mesa inmóvil

LUIS DANIEL ISPIZUA Conocemos ya la respuesta dada por el PP, PSOE e IU a la respuesta del lehendakari Ibarretxe de crear una nueva mesa o foro en la que tomen parte todos los partidos con representación parlamentaria. La habitual sutileza mediática que reina entre nosotros, tan mediatizada ella, ha puesto sus ojos en la reacción de los dos primeros de esos partidos en especial, de modo que han convertido la propuesta en un a modo de test para calibrar las buenas intenciones de los mismos, una especie de aquí te pillo y aquí te mato que vendría a corroborar el inmovilismo de esos partidos y la razón que asiste a los partidos nacionalistas al acusarlos de ser incapaces de dar un sólo paso para la paz. Lo que desconocemos, sin embargo, es la respuesta de los partidos nacionalistas, partidos que también se verían implicados en ella, a esa propuesta del lehendakari; y tampoco hemos detectado especial interés en conocerla por parte de quienes han sido todo oídos para el runrún o el suspiro que pudiera provenir de los partidos no nacionalistas. Puede ser que tanto desinterés fuera debido a que se diera por supuesto que los buenos siempre responden al bien de forma positiva, es decir, a que se diera por obvio que esos partidos estaban por la labor. Yo, sin embargo, no estaría tan seguro de ello, y tengo mis dudas de que PNV, EA y EH estén a favor de una nueva mesa; dudas de las que las nulas o escasas declaraciones de esos partidos no han logrados sacarme. Si esa fuera su apuesta, me digo, darían fe de ello y la proclamarían a todos los vientos, como suele ser habitual. Pero no, no la predican ni siquiera para señalar al inmóvil, no vaya a ser que éste termine diciendo que sí y a ellos se les caiga el tinglado. Y es que su tinglado es Lizarra. El que lo siga siendo dependerá de los resultados de junio, contexto que no hay que olvidar al considerar la propuesta del lehendakari. Yo no sé como valorar la encrucijada en que se encuentra el señor Ibarretxe. Esclavo de Lizarra, o instalado en una cuasi interinidad que se prolonga demasiado, su situación no me parece confortable. Tampoco sé si su propuesta es fruto de la lucidez y de la convicción, al ver el desastre que lo rodea, o si responde a otros motivos, como bien pudieran ser la necesidad desesperada de salvar la imagen, aun lanzando una idea que se sabe imposible ya de entrada, o la puesta en juego de una baza de recambio por parte del PNV, partido que se ve abocado mientras tanto a otro juego muy distinto, del que debe agotar todas las posibilidades. Si su propuesta responde a una apuesta personal que no cuenta con el aval ni el apoyo de su partido, sólo cabría considerarla de heroica o de patética, y me consume la frustración de no poder saber qué hubiera ocurrido si el PP y el PSOE le hubieran respondido de inmediato que sí. Sospecho que hubiéramos asistido a un espectáculo, cuando menos, curioso. Cabe, no obstante, la otra posibilidad, la de que esa propuesta no sólo sea de Ibarretxe, sino que lo sea también de su partido, del PNV. En este caso creo que se le debiera exigir a este partido una declaración explícita de intenciones, un apoyo claro a la iniciativa del lehendakari y un calendario que sorteara la contienda electoral para evitar cualquier tufo de contaminación electoralista. Me explico: esa propuesta no puede servir para que el PNV esté con Lizarra y dé la impresión de que está también en otra parte. No me suele gustar citarme, pero recién declarada la tregua dije que su gestión me parecía confusa dados los términos en que se plantaba y que creía conveniente una reunión de la Mesa de Ajuria Enea para reconducirla. No se hizo así y la tregua está cumpliendo su guión, convirtiéndose en un festín virtual de EH lleno de exhibicionismo, desafíos y pedanterías. Ante ese festival, a las fuerzas no nacionalistas no les queda mejor opción que defender una serie de principios y rechazar el delirio y la instrumentalización de la paz. Quienes han decidido seguir el guión que otros han escrito para ellos pueden estar corriendo el riesgo de pasar a la historia. Se consuelan diciendo que sería por el bien del país. En muy poca consideración se deben de tener a sí mismos si, para bien, están dispuestos a dejar en manos de otros.

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