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La sombra del Ejército

Juan Carlos Sanz

Obligado por el plante de la oposición a ser el candidato único de unas elecciones presidenciales, Abdelaziz Buteflika se dispone a llegar a la jefatura del Estado debilitado frente al todopoderoso Estado Mayor de las Fuerzas Armadas. No parece que vaya a poder impulsar la reconciliación nacional que fue el eje de su campaña. El hasta ahora presidente, Liamín Zerual, renunció a completar su mandato el pasado mes de septiembre tras haberse estrellado contra la intransigencia de la cúpula del Ejército a su política conciliadora. A pesar de haber sido elegido con claridad en noviembre de 1995 en unos comicios en los que participó el 75% de los votantes, la ilusión generada por Zerual entre la población se desvaneció ante el inmovilismo del régimen y la persistencia del terror.

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Buteflika no podrá contar con la fuerza de un triunfo en las urnas frente a candidatos de la talla del socialista Hocín Ait Ahmed, el reformista Mulud Hamruch o el proislamista Ahmed Taleb Ibrahimi, surgidos al igual que él de la lucha por la independencia de Argelia. La retirada de estos aspirantes, conjuntamente con los otros tres candidatos, le ha dejado sólo ante las urnas y ha puesto en evidencia a un régimen que, según la oposición, sólo quería blanquear su fachada.

La prensa independiente de Argel y los diplomáticos daban por sentado desde hace una semana que el "candidato de consenso" Buteflika, favorito de las Fuerzas Armadas y respaldado por cuatro partidos, iba a alcanzar la mayoría absoluta en la primera vuelta de las elecciones. Se trataba de evitar que el aspirante alternativo en una hipotética segunda vuelta pudiese aglutinar todo el voto de protesta contra la inseguridad (más de 70.000 muertos en siete años) y la crisis económica (400.000 despidos en el sector público y un paro del 30%).

El ciudadano Buteflika, el que fuera ministro de Exteriores de una Argelia que llevaba la voz cantante en el Tercer Mundo hace 30 años, no parecía estar ayer en condiciones de poder dar órdenes a unos generales demasiado acostumbrados a marcar el paso a los políticos. Tal vez la aparición de un Adolfo Suárez argelino, del líder que emprenda las reformas democráticas desde el interior del régimen, tenga que esperar una hora mejor.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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