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Izquierda perdida

Antonio Elorza

Fue al comienzo de la década y la ocasión vino dada por el proceso de homogeneización ideológica que caracterizó al PCE después de la subida al poder de Anguita. El responsable de la limpieza en la institución cultural ligada al partido situó las cosas en su contexto: por fin había quedado claro con el cambio de piel de Occhetto el contenido socialdemócrata de la política que viniera defendiendo el PC italiano; menos mal que el socialismo marxista renacía en otros lugares, y puso el ejemplo de Yugoslavia (Milosevic acababa de hacerse con el poder en Serbia). La anécdota adquiere su significación si queremos entender el extraño fenómeno de la orientación proserbia de IU, arrastrada por el PCE, en la crisis. Nada tendría de extraño que se mostrase opuesta a la intervención armada de la OTAN, tanto por tradición como porque existen sólidas razones para ponerla en tela de juicio. En primer lugar, porque el fin no justifica todos los medios, y el hecho de que una alianza regional lance sus bombarderos y misiles contra un país soberano, por responsable que sea el Gobierno serbio (que lo es) de actos gravísimos, prescindiendo de la ONU, constituye un claro retroceso para el objetivo de construir un orden jurídico internacional, mundialmente respetado. Hoy es la OTAN contra Serbia; mañana puede ser China contra Taiwan... Y a continuación, porque tenemos que echarnos a temblar si el futuro de Kosovo depende de mentes tan lúcidas como las de Clinton y Solana, que no previeron o no quisieron prever la posibilidad de una aceleración por Milosevic de la limpieza étnica sirviéndose como coartada de los bombardeos.

Ahora bien, criticar la intervención es una cosa y optar por Milosevic otra. El secretario general del PCF, Hue, ha sabido verlo; Anguita y los suyos, no. Ni siquiera un intelectual vinculado a IU tan lúcido como Fernández Buey escapa a los estrangulamientos mentales propios de su medio, incluida una estremecedora referencia peyorativa a los "valores pseudodemocráticos" que al parecer reinan en "esta parte del mundo". Si leemos a Dostoyevski, nos daremos cuenta de que sus reproches a la incomprensión europea sobre Rusia responden a una actitud eslavista xenófoba, y belicista por más señas, conquista de Estambul incluida, poco estimulante. Pero, sobre todo, para Fernández Buey, como para Anguita, cuanto sucede en Kosovo no merece atención. En su artículo hay reflexiones sobre lo eslavo y lo occidental, referencias a novelistas y cineastas, reproches a la imagen que del otro se hace nuestro mundo, pero nada acerca de lo que hizo y hace Milosevic, ni sobre lo que ocurrió y ocurre en Kosovo. Por su parte, en una de sus actitudes sugeridas por lecturas a ras de suelo de Biblia, Anguita se declara émulo de santo Tomás: tendrá que verlo para creerlo.

Claro que, si allí no sucede nada y si no sucedió nada antes ni en Kosovo ni Bosnia (remember Srebrenicsa), lo que hace la OTAN es monstruoso y Milosevic y los nacionalistas serbios que le apoyan son unos mártires. Pero no es el caso. El doble antecedente de la limpieza étnica y los actos de genocidio en Bosnia, y de la destrucción masiva de casas y los asesinatos y fosas comunes en Kosovo convierten la duda y el silencio en complicidad (como la que muestra quien con vileza designa al pueblo kosovar como "los terroristas de Kosovo"). El encuentro de Anguita con el embajador yugoslavo, las posteriores declaraciones de ambos, la manifestación "mixta" de IU en Madrid nos sitúan inequívocamente en ese ingrato terreno.

No es casual que tales actitudes, igual que el seguidismo borreguil de la IU vasca respecto del tándem Otegi-Arzalluz, supongan la negación de la trayectoria de afirmación democrática del comunismo español a partir de 1956, culminada en su rechazo de la invasión de Praga en 1968. Desde que Anguita escaló la cima en 1988, todo ha sido desandar ese camino. Bajo la forma de un "comunismo nacional", solidario con las tropelías de los demás comunismos nacionales (China, Cuba) o de sus residuos (Rusia, Serbia) volvemos al dualismo primario de la confrontación, donde cada factor de desgaste del orden establecido -ejemplo, el tema nacional- resulta apoyado a ciegas. En suma, hoy por hoy, la izquierda que necesita la derecha.

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