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Los ingenios más exactos

Los vecinos del pueblo tenían una fe ciega en su precisión. "Este reloj nunca atrasa, es el que utilizan para poner en hora los demás", repetían orgullosos a los forasteros, un tanto incrédulos ante la sencillez de su mecanismo: una varilla de hierro clavada en una pared o en el suelo. Pero a lo largo de su recorrido por los pueblos de La Vall d"Albaida para investigar las tradiciones que envuelven a los 120 relojes de sol históricos que se conservan en casas, iglesias, alquerías, conventos y ayuntamientos de la comarca, el profesor de Matemáticas Joan Olivares sólo ha hallado a una persona que conociera el secreto de su fabricación. Para que el reloj sea tan exacto en marzo como en octubre, la inclinación de la varilla debe ser paralela al eje de rotación de la tierra. Estos relojes tuvieron su época de esplendor en los siglos XVIII y XIX. "Se siguieron utilizando en los pueblos hasta la postguerra, pero el crecimiento económico incontrolado a partir de los sesenta ha provocado la desaparición de muchos relojes", lamenta Olivares. Aunque el 90% de los relojes catalogados por este profesor de Otos en su libro Rellotges i calendaris solars a La Vall d"Albaida están colocados en paredes, el más antiguo, datado a mediados del siglo XVII, es un reloj de tierra situado en el alféizar de una ventana de la iglesia de Santa María de Ontinyent. "Los religiosos", precisa, "se asomaban a la ventana para saber a qué hora empezaba la misa". Acertijo en latín Le sigue en antigüedad un pequeño reloj cuadrado esculpido en piedra en 1721 en la fachada de una casa de la calle de Baix de La Pobla del Duc. No faltan los más modernos, como los que ha diseñado él mismo. El de Palomar es un simple pasillo de losas en el que, para consultar la hora, hay que resolver un acertijo en latín: Quarendum in te ipso est (lo que buscas está en tí mismo). O sea, que tu propio cuerpo, situado de espaldas al sol sobre la losa del mes correspondiente, es la varilla que produce la sombra. De los 120 relojes catalogados, más de la mitad (72) tienen forma rectangular o cuadrangular. No superan la docena los circulares, elípticos o con formas de fantasía. La mayoría (79) no miden más de un metro. De ellos, 12 tienen menos de 50 centímetros. Son los pequeños relojes de piedra de la plaza de la iglesia de Bocairent o la Casa Campos de Ontinyent. En cambio, ha encontrado 27 relojes que miden casi dos metros, como los del Ayuntamiento de Ontinyent y los conventos de Llutxent y Benigànim. Como en la mayoría de pueblos del Mediterràneo, una buena parte de los relojes de La Vall d"Albaida (60) están pintados s en las fachadas. "El clima soleado", aclara Olivares, "permite que se confeccionen de esta forma sencilla, en cambio en el Atlántico son piedra porque la humedad acabaría con la pintura". La sobriedad es otra de sus características. Los adornos son escasos y la figura más representada (en 40 relojes) es el sol, la esfera que nunca atrasa. Otra docena muestran formas florales o geométricas. De los antiguos, sólo el del Ayuntamiento de Ontinyent luce pinturas alegóricas. La mayoría están orientados hacia el sur porque así "en invierno marca todas las horas de sol". Pero ningún reloj vertical puede abarcar todas las horas de luz en verano. Para resolver el problema cinco edificios de La Vall d"Albaida, como el convento de Agullent, cuentan con dos relojes: uno hacia levante y otro hacia poniente. Pero donde se pone de manifiesto la complicidad entre los vecinos de La Vall d"Albaida y el sol es en la ermita de Sant Antoni Abat de Bocairent. El día de su patrón, el 17 de enero, a las cinco de la tarde, un fino rayo de sol entra por un agujero e ilumina el rostro del santo. Los feligreses le otorgan un carácter milagroso. Para Olivares, en cambio, es un preciso calendario solar.

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