Las experiencias se amontonan en los complejos deportivos
ENVIADO ESPECIAL, En la piscina, como le llaman aquí, no hay agua. Estas instalaciones deportivas de Tirana han sido invadidas por miles de refugiados que se hacinan por familias en tiendas de campaña levantadas con la caridad de diversas organizaciones cristianas para atender a los devotos musulmanes albanokosovares. En la piscina les dan de comer tres veces al día. No es gran cosa: leche, yogur, pan y una sopa humeante. Hay decenas de campamentos como éste en la capital y en sus alrededores. En Durres, ya en la costa, las cosas están algo peor. El puerto se halla saturado de barcos que traen ayuda humanitaria a Albania, el país más pobre de Europa (3,4 millones de habitantes, con una renta per cápita de 2.850 dólares) y que ahora se ha visto regado de decenas de miles de refugiados.
Mejdi Bllaca tiene 50 años y es el patriarca de una familia de 11 miembros. Para él, el futuro es cristalino. "Si la OTAN no nos escolta en el regreso a casa, nuestras vidas seguirán en peligro". Todos los refugiados de la piscina, como los que están en tránsito en el polideportivo de Tirana, un lugar que huele a meada seca y al sudor del miedo, niegan haber huido de sus casas a causa de los bombardeos aliados. Todas las historias son similares. Como la de Sejdi. "Llegaron a mi puerta en Dushavov , de madrugada, y me dijeron que tenía una hora para irme. Ignoro si han quemado mi hogar, pero lo que si sé es que la casa no es importante; lo importante es la tierra que está debajo, y ésa me pertenece".
Traumas infantiles
Según Unicef, más del 40% de los refugiados está en edad escolar. Han comenzado a preparar un plan especial de educación. Muchos de esos niños presentan diversos traumas causados por lo que han visto y vivido. Son frecuentes los casos de pérdida del habla o dificultades locomotrices y de relación con el mundo exterior. Entre los refugiados de Tirana hay muchas mujeres. Y algunos hombres, casi todos rondan o superan los cuarenta. Aquellos que están en edad militar, en los veinte o los treinta, son los menos. Unos están en la guerrilla, y otros, muertos.En la piscina, las organizaciones cristianas que regentan el campamento se empeñan en inventar actividades, como si los que allí se encuentran arracimados fuesen turistas de playa con necesidad de distracciones variadas. Abaz Gashi, como la mayoría, observa, sentado en una manta delante de su tienda de campaña. Para él, sólo existe un camino: regresar a Kosovo. Rechaza el traslado a un tercer país de acogida. "Lo que nosotros queremos es estar lo más cerca posible de nuestra tierra". Hedije es mujer y tiene tres hermanos en la guerrilla. Está convencida de que están haciendo lo mejor. "El Ejército serbio es muy valiente, pero sólo cuando lucha contra civiles desarmados. Yo creo que si la OTAN entra en Kosovo, no hallará resistencia. Si ustedes no quieren ayudarnos, al menos dennos armas para defender nuestra tierra".
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