Explicar la barbarie
La carencia de liderazgo del presidente sobre Kosovo a lo que recuerda es, en realidad, a aquel famoso crucero de González en el Azor, el yate de Franco. Si bien se mira, en los dos casos se pudo apreciar idéntica carencia de reflejos ante una imaginable reacción de la opinión y una sensación de permanecer en un mundo aparte, sujeto a diferentes reglas del resto de los mortales. Eso es lo que hace peligrosos a los políticos. No se trata de la lentitud de sus reacciones -aunque forman ya parte del juicio que habrá de hacerse sobre Aznar-, ni siquiera de lo que son, sino de su forma de estar en la vida. Y, sin embargo, los políticos resultan imprescindibles: sin la visión audaz de Helmut Kohl, no se habría llevado a cabo la unificación alemana.El Azor de González y el de Aznar forman parte del pasado porque también de política se acaba aprendiendo. Pero resulta penoso que entre nosotros no haya existido una capacidad de pronta reacción ante una tragedia como ésa. Sólo la tuvo Pujol, recordando que todos somos kosovares y, luego, González, quien, por fin, ha asumido su papel de ex presidente abandonado por Suárez.
La cuestión resulta decisiva, pero se refiere a un debate que en España no se ha dado, sino que más bien se ha sorteado. Se trata de que la libertad y la paz están entrelazadas y sólo pueden vivir juntas, punto éste en que acierta por completo González. Por eso, en el pasado, cuando existía el comunismo, era estrictamente inmoral no defenderse y merecían más apoyo los sindicalistas polacos que aquellos pacifistas que pensaban que era mejor carecer de armas. Hoy la injerencia humanitaria supone una obligación, pero, entonces como ahora, la democracia tiene dificultades graves en su política exterior. No puede hacer nada subterráneo, no debe tomar decisiones con la rapidez necesaria, ha de combinar siempre la firmeza y la paciencia. Pero, sobre todo, no puede renunciar a proporcionar a la opinión pública un juicio moral y tratar de que lo comparta. Pero eso no ha sido habitual en España: si Aznar ha fracasado ahora, el PSOE también erró con la OTAN. En la guerra del Golfo quien mostró una actitud más ajustada, en lo moral y en lo político, fue Fernández Ordóñez, entonces ya enfermo y siempre un personaje un tanto al margen de la esclerosis de los partidos.
Como no hemos hecho ese debate a fondo ni siquiera hoy, cuando la barbarie es patente, parece clara la posición a adoptar. Sobre la guerra de Irak un ensayista francés escribió que, a pesar de que la habíamos visto por televisión, se podía poner en duda su existencia. Hoy los rostros de los refugiados no ofrecen duda e incluso testimonian que el malo -Milosevic- también puede ser estúpido. A diferencia de lo que sucedió no hace tanto en Bosnia, ahora la limpieza étnica no será perdonada.
Y, no obstante, en algunos subsisten las dudas. No puede extrañar la posición de Izquierda Unida ni aun cuando los ex comunistas europeos no dejan de apoyar a sus Gobiernos. En cambio, resultan más sorprendentes otras actitudes. Por ejemplo, la de quienes se sienten obligados a criticar a la OTAN por errores como haber sido causante indirecta de la limpieza étnica. Es como culpar a la guerra fría de los crímenes de Stalin. En el fondo, juega en quienes se apuntan a esta posición el deseo de situarse en una imposible imparcialidad desde donde atribuirse el papel de juez. En este "tercerismo utópico" late el temor a adoptar una posición arriesgada, pero también la ignorancia y la desidia. Nada sorprende como encontrar en intelectuales la denuncia de ocultaciones y conspiraciones, como si no existieran diez años de prueba e información abrumadora, disponible para todos. A lo sumo, cabe atribuir la causa de una parte de lo que está sucediendo en los Balcanes a que tenemos un orden internacional que ha abandonado sus reglas previas, pero que no acaba de perfilarse de manera completa y definitiva. Así se explica su lentitud a la hora de las decisiones y su perplejidad. Valga eso para el hecho de no practicar la injerencia en otros lugares ni tampoco antes. Pero eso no debe hacer pensar que estamos en la mala dirección, sino en la buena, aun con todos los problemas. Por tanto, cabe pensar que no sólo los políticos españoles de vez en cuando se pasean en su Azor particular.
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