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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El drama oculto

A LA tragedia humana de la diáspora albanokosovar se ha sumado un último drama: el de decenas de miles de personas que el régimen de Milosevic ha obligado a regresar al territorio del que días antes les había expulsado. Para ello no ha vacilado incluso en minar algunas fronteras. Este nuevo quiebro en su estrategia no responde a un repentino prurito humanitario, sino al propósito de utilizar a los últimos albaneses errantes como escudo humano frente a los bombardeos de los aliados. Decenas de miles de personas vuelven a convertirse así en material de guerra que Milosevic mueve sobre un mapa. Ahora mismo nadie sabe lo que pasa dentro de Kosovo, cuyas puertas han sido selladas.Se inicia así una segunda crisis humana de muy difícil gestión. La OTAN está doblemente obligada a centrar sus ataques sobre Kosovo en objetivos militares, para debilitar el aparato de represión. Como si nada de esto fuera con él, como si no hubiera anunciado dos días antes una tregua unilateral, Belgrado declaró ayer que ponía fin a las "operaciones ofensivas antiterroristas" en Kosovo. Los cálculos de Milosevic siempre son un acertijo, aunque nunca inocentes, y casi siempre tienen consecuencias salvajes. La marea de refugiados le ha hecho perder muchos apoyos fuera de Serbia. Probablemente Milosevic se haya percatado también de que el vaciado humano de una parte del territorio en Kosovo facilitaba los ataques de la OTAN y mermaba su eventual posición negociadora, en la que se espera que, en próximas fases, Belgrado juegue la carta Rugova: la del líder moderado albanokosovar, muy condicionado ahora por el régimen, para ofrecer una autonomía a ese territorio tras haber realizado una amplia limpieza étnica.

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A la vez, Belgrado está gestando otra crisis con el enfrentamiento cada vez más abierto con Montenegro, la república que forma, junto a Serbia, la Federación de Yugoslavia, hacia la que llega otra oleada de refugiados. Ya desde el inicio, el Gobierno montenegrino se resistió a seguir los pasos de Milosevic. El ministro de Justicia apeló directamente a la insumisión contra las órdenes de Belgrado de movilizar a todos los hombres en edad de combatir. El Ejército yugoslavo, a cuyo frente puso Milosevic hace una semana a generales de su cuerda, se ha desplegado en Montenegro, en lo que constituye un serio aviso de golpe de Estado. El presidente montenegrino, Djukanovic, se mantiene firme, pero cualquier cosa es posible a pesar del pleno apoyo expresado por la Unión Europea al Gobierno montenegrino.

La reunión de ministros de Exteriores de los Quince no produjo ayer resultados concretos a corto plazo, salvo en su decisión de incrementar la ayuda humanitaria a través de los países limítrofes de Kosovo que han recibido la oleada de refugiados. Sin embargo, al menos la presidencia alemana avanzó un plan general a medio y largo plazo para la zona: un pacto de estabilidad para los Balcanes que recoge algunas de las ideas esbozadas por Felipe González en su informe a Schröder.

La UE sigue timorata. Ayer lanzó un aviso de que apoyará los esfuerzos para llevar ante el Tribunal Internacional Penal para la antigua Yugsoalvia a los responsables de las últimas atrocidades. Pero aún no osa poner el nombre de Milosevic en una lista de procesables. Quizás porque se reserve esta carta para negociar con el sátrapa serbio. O tal vez porque aún no se ha abierto del todo paso la idea de que la paz a largo plazo en la zona no es posible con este hombre.

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