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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Terremoto humano

TRAS FORZAR la salida o deportar de Kosovo a más de 400.000 de sus habitantes, Milosevic anunció ayer un alto el fuego "unilateral" en aquel territorio, como "gesto de buena voluntad". Belgrado aspira, sin duda, a sembrar divisiones entre los aliados, a ahondar las grietas ya surgidas en sus respectivas opiniones públicas y a provocar reacciones contra la OTAN en los países vecinos de Kosovo, desbordados por el terremoto humano de unas deportaciones en masa que han logrado el objetivo central de Milosevic: vaciar la provincia.Pero la iniciativa de Milosevic es también un signo de debilidad que los aliados deben explotar para que su régimen acepte las condiciones mínimas tantas veces enunciadas durante estos años: desmilitarización serbia de Kosovo, retorno de todos los deportados y aceptación de un amplio estatuto de autonomía bajo supervisión de una fuerza internacional, que podría estar bajo bandera de la OSCE, con participación de tropas aliadas y rusas. El anuncio de Milosevic sólo responde en teoría a las dos primeras cuestiones, y a la luz de cuanto ha ocurrido en los últimos cuatro años es imposible creer en su palabra de que retirará a su fuerza militar de Kosovo y aceptará el regreso de todos los expatriados. A estas alturas, sólo una fuerza armada internacional, tal vez bajo bandera de la OSCE y desde luego con presencia rusa, puede garantizar sobre el terreno cualquier acuerdo. En todo caso, parece que en las filas serbias empiezan a surgir voces discrepantes. Razón de más para que la Alianza evite trágicos errores como el bombardeo de una zona residencial que causó ayer una docena de muertos civiles.

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Los aliados han sido prácticamente unánimes a la hora de desechar el anuncio de Belgrado. Aceptarlo sin más consolidaría la situación ya creada en Kosovo. El dictador serbio no puede pretender salvarse a estas alturas con el retorno a la situación anterior al 24 de marzo, fecha del inicio del bombardeo y de la campaña de deportación masiva. La situación ha cambiado, pero no las condiciones mínimas para que los albanokosovares puedan retornar sin grave riesgo. Ése es el compromiso asumido por la OTAN y no puede renunciar a él. Es probable que la paz tan frustrantemente negociada en Rambouillet exija una seria puesta al día. Sólo mediante la democratización de Yugoslavia podrá detenerse la tragedia balcánica de la última década. Y eso parece ya imposible con Milosevic. La salida de la crisis sigue presentándose, pues, larga y complicada. Seguramente no ha llegado aún el momento de detener la ofensiva aérea, pero es urgente que los aliados se muestren capaces de responder con eficacia a la catástrofe humana que se ha producido con el éxodo forzoso de 400.000 personas en 15 días. Es un grave error de la OTAN no haber previsto que la respuesta de Milosevic podía ser precisamente ésa y no haber preparado una reacción inmediata. No mediante la construcción previa de campos de acogida, que habrían sido una invitación a la deportación, pero sí con la puesta a punto de un sistema logístico que respondiera de inmediato al eventual aluvión de desplazados. El error de cálculo se ha convertido en una amenaza nada virtual de que el conflicto se extienda a países vecinos, como Albania y Macedonia.

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Este error sólo podrá ser reparado a medio plazo. Pero los países aliados tienen que demostrar que están dispuestos a responder a este inmenso drama humano con la misma presteza y eficacia con la que harían frente a una catástrofe natural en cualquiera de sus propios territorios. Tienen medios para ello. La ayuda humanitaria ha empezado al fin a llegar a las zonas donde se refugian los deportados en condiciones infrahumanas y donde han hecho su aparición el cólera y la meningitis. Ahora debe demostrarse que la inmensa mayoría puede ser asistida sin un desplazamiento masivo a terceros países, que a la larga no haría sino favorecer los designios de Milosevic y dificultar el retorno a la tierra de la que han sido expulsados.

Esta política produce absurdos como que EE UU haya ofrecido su base de Guantánamo, en Cuba, como refugio temporal para los deportados. La salida de éstos se debe limitar a los casos más urgentes por razones médicas, siempre sobre una base voluntaria y sin separar familias. También es necesario aligerar la presión sobre Macedonia, donde la presencia de 130.000 deportados albanokosovares está provocando serias tensiones. Junto a la decisión de acoger a algunos refugiados en la UE y demás países miembros de la OTAN va abriéndose paso la solución más razonable: generar espacios protegidos en los países limítrofes. Incluso habría que contemplar la posibilidad de crearlos en el propio Kosovo, protegidos por fuerzas de la OTAN.

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