La holandesa Connie Palmen narra la vida y muerte del amor de su vida
'In memoriam', "ficción sobre verdades", ha vendido ya 175.000 copias
Fue a primera vista, y produjo tal descontrol en los dos amantes que ambos se cagaron en los pantalones. Así cuenta Connie Palmen, la novelista de más éxito en Holanda, su encuentro con Ischa Meijer, algo así como el Iñaki Gabilondo de los Países Bajos. Todo eso, y muchas más "ficciones inventadas sobre verdades", da forma a In memoriam (Debate), el homenaje póstumo de Palmen a su gran amor, que ha vendido 175.000 copias en su país.
Atractiva pero algo más avejentada de lo que indican sus 43 años, se ve enseguida que Connie Palmen sabe lo que es sufrir y gozar. La escritora que convirtió sus años de intimidad más feliz y dolorosa en un asunto (literario) de pleno dominio público ("odio los secretos, me parecen una aberración; y además hay cámaras por todos lados: no tiene sentido ocultar nada") ha venido ahora a Madrid acompañada por su nuevo amor: el ministro de Asuntos Exteriores de su país.Con la III Guerra Mundial casi en marcha, a mediodía en el jardín del hotel, Palmen da un largo y despreocupado beso de tornillo a su novio. Luego se acerca, dice "es un amor", y pide una cerveza.
Sin tapujos
Connie Palmen habla como escribe: sin tapujos, con una sinceridad que parece absolutamente natural y sin rehuir ningún asunto, por escatológico que parezca. Amor, es-fínteres y sexo ("más que sucio, realismo asqueroso, sí"), vida y literatura, lo privado y lo público, la necesidad de dependencia y la de matar freudianamente al objeto de dependencia son algunas de las claves y reflexiones que recorren sus cuatro novelas, todas ellas auténticos fenómenos de ventas en Holanda. La última, titulada La herencia, ha vendido en apenas 15 días 750.000 ejemplares. La primera, Las leyes, vendió 250.000.Entre ellas, Palmen escribió esta descarnada confesión a tumba abierta titulada In memoriam. Pero el libro no fue una catarsis, explica, más bien al contrario. Lo empezó, cuenta, apenas conocer la noticia de la muerte de El gordo. Así firmaba Ischa Meijer sus columnas diarias en la prensa. "Era gordo, en efecto, y encantador [el ministro se acerca a saludar en bañador: gordito y cordial]. La primera vez que vi a Ischa supe que sería mi marido", continúa. "Fuimos muy felices, patológicamente felices. Pero escribir la historia no podía ser un remedio contra el dolor de la pérdida. Al revés, me hizo más daño: tuve que matarlo otra vez al terminar el libro. Y es que no hay nada que cure eso, sólo el tiempo protege del dolor. Día a día, como Alcohólicos Anónimos".
Tampoco es un libro sobre memorias, ni de memorias. "La conexión entre realidad y ficción es mucho más intensa de lo que puede parecer. La gente se inventa una vida ficticia. Y la memoria es muy infiel, muy personal: si eres optimista, los recuerdos son brillantes; si eres pesismista, amargos".
Palmen prefiere considerar su sorprendente libro como un ejemplo del trabajo literario de "una detective que busca ideas reales, sentimientos actuales, y que se las ofrece a la gente para que sufra menos y sea un poco más libre. Porque la literatura tiene que dar algo nuevo a los lectores. No podemos seguir comparando nuestras historias y nuestras vidas con las de Romeo y Julieta o Madame Bovary. Hay que conquistar la ficción para alcanzar la libertad. Tratar de soportar nuestras contradicciones, reírnos de ellas. Es jodido vivir, pero con libros y cervezas se pasa mejor".
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