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OFENSIVA ALIADA CONTRA SERBIA

Unidos por un enemigo común

El viejo odio antiserbio permite a Albania afrontar casi con entusiasmo la emergencia de refugiados kosovares

ENVIADA ESPECIALLa residencia de la Escuela Tecnológica de Durrë, principal ciudad portuaria de Albania, está repleta de niños. En una esquina del vestíbulo se apilan cajas con botes de comida infantil y leche en polvo. En el patio, grupos de mujeres acuclilladas en círculos hablan en voz muy baja. Desde hace cuatro días, la escuela, un edificio humildísimo, construido en los años de la República Popular de Albania, sirve de domicilio a unos cuatrocientos albaneses de Kosovo, una pequeña parte de la legión de refugiados que han llegado a Albania en los últimos días expulsados, según relatan ellos, por la policía serbia. En la ciudad hay otros dos centros públicos que dan cobijo a los kosovares, mientras el Ejército italiano prepara una ciudad de tiendas de campaña que dará acogida, dicen, a 50.000 personas. La "emergencia refugiados" está tocando techo en Albania, pero los albaneses celebran en el fondo de sus corazones el estallido de un conflicto atroz que acabará, esperan, con el odiado enemigo yugoslavo.

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Los kosovares se muestran muy agradecidos a los albaneses. Pero ni pretenden instalarse en el país ni seguir su camino hacia Italia. Ninguno piensa en otra cosa que en volver a la patria. Y todos están convencidos de que el regreso se producirá pronto.

Lo malo es que el país que les acoge no tiene mucho que dar. Albania arrastra desde hace años una crisis tan profunda que la llegada de estos 150.000 refugiados (cifra según todas las fuentes en constante aumento) está poniendo en serias dificultades el frágil equilibrio nacional.

"Íbamos mal, pero los refugiados van a acabar con nosotros", dice Rina, traductora de español e intérprete. Y no lo dice con hostilidad, porque también ella, como la inmensa mayoría de los albaneses, está orgullosa de la excelente acogida que el país les ha prestado a los kosovares. "Nunca me lo hubiera imaginado. Porque los albaneses de Kosovo estaban mal vistos. La gente dice que fueron ellos los que trajeron las drogas, la prostitución, la mala vida a Albania, cuando cayó el régimen comunista".

Lo cierto, sin embargo, es que los albaneses han abierto las puertas de sus casas, sus escuelas, sus centros deportivos a esta masa de desesperados, inflamada de un patriotismo explosivo. Pero Albania es pobrísima. En Tirana, la capital, donde hasta hace ocho años vivían 200.000 personas, se hacinan ahora 700.000 habitantes. "Llegaron a millares del norte del país cuando se acabó el trabajo en las minas", explica Rina. Y aquí se han quedado. En la capital no hay agua corriente más que tres veces al día, la luz eléctrica falla continuamente, y los transportes públicos son un completo desastre. El nivel de vida de estos refugiados de Kosovo era, según los albaneses, tres veces más alto que el suyo.

La inmigración ha sido la principal fuente de ingresos de los dos millones de habitantes (un 90% albaneses) de Kosovo. Pero las tierras del sur son ricas en minerales, "por eso las quiere Milosevic", opina Rina. Durante los largos años de las dictaduras comunistas de Tito en Yugoslavia y de Enver Hoxa en Albania, Kosovo fue la manzana de la discordia que provocó la animadversión entre los dos países. Yugoslavia y Albania se odiaron siempre. Hoxa y Tito se acusaron mutuamente de albergar afanes expansionistas y de querer crear, respectivamente, la gran Albania y la gran Serbia. A la luz de los últimos acontecimientos parece que la primera hipótesis empieza a tener más futuro.

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