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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Capuchas blancas

SE COMPRENDE la decepción de los nacionalistas no violentos ante el último pronunciamiento de los portavoces de ETA. Habían ido tan lejos en su afán por atribuir a los terroristas las mejores intenciones que casi se habían creído que ETA estaba a punto de imponer el fin de la violencia callejera y a convertir en definitiva la tregua. Pero lo que ha habido es una vuelta a los planteamientos anteriores a la tregua. Al menos, al lenguaje anterior al 16 de septiembre.ETA dice que no tiene nada que ver con la kale borroka -eufemismo que designa la práctica fascista de amedrentar al disidente-, pero que, en todo caso, no piensa hacer de "apagafuegos" ante lo que considera un método legítimo de defensa. También dice que el cese definitivo de la violencia está condicionado al reconocimiento de la autodeterminación para el conjunto de Euskal Herria. A la luz de ambas declaraciones, la oferta de negociar "mañana mismo" la "superación de la fase militar" del contencioso resulta vacía.

Fue ETA quien suscitó la kale borroka juvenil como sustitutivo del terrorismo senior tras la caída de Bidart, y quien la mantuvo luego, a través de KAS, como uno de los elementos de la política de coacción destinada a convencer por las malas a quienes no se mostraran dispuestos a convencerse por las buenas. No es cierto, por tanto, que ETA sea ajena a esa práctica, y si tuviera voluntad real de defender sus ideas pacíficamente, comenzaría por condenarla. Pero hace lo contrario: avalarla como respuesta legítima frente al "bloqueo" del proceso.

Si hay que tomarse el mensaje al pie de la letra, condicionar el abandono definitivo de las armas al reconocimiento de la autodeterminación de Euskal Herria es lo mismo que decir que por el momento ni se lo plantean. Ni la mayoría de los navarros van a poner en cuestión su actual autonomía ni España y Francia van a cambiar sus marcos constitucionales para dar satisfacción a ETA. Aparentemente, hay una vuelta a los planteamientos de la llamada alternativa democrática, de 1995: la paz depende de que los demás se plieguen a su programa, presentado como una evidencia social, por una parte, y como un derecho irrenunciable, por otra. Pero las elecciones llevan 20 años demostrando que la única evidencia es el pluralismo.

Tal vez ni siquiera ETA sepa si quiere o no renunciar definitivamente las armas; así lo indica la confusión de sus portavoces cuando estiman "ofensivo" que se les considere "celadores" del proceso, al mismo tiempo que se niegan a abandonar la escena. Lo único seguro es que será difícil que se aclaren mientras los nacionalistas les atribuyan las mejores intenciones, y las peores quienes son amenazados y agredidos por no plegarse a sus exigencias. ETA sostenía en septiembre que la lucha armada había sido necesaria para impedir que se afianzase la autonomía; ahora estamos en la fase de que ETA es necesaria para garantizar que se respetará la voluntad de los vascos. Pero si ETA no existiera, ¿habría que crearla? Ésa es la pregunta que los entrevistadores de ETB se dejaron en el tintero frente a sus interlocutores de blancas caretas.

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