El valle del oro. Playa y mantel
La historia de un reciente esplendor, demasiado cercano para convertir el recuerdo en una simple nebulosa de la memoria, se puede palpar aún. Incluso el ajetreo de la actividad minera parece dispuesto a dejarse escuchar si el visitante concentra sus sentidos. El valle preñado de oro surgió entre una sierra volcánica, al arrullo del mar cercano. Como si, con la promesa de futuro que el metal más noble brindaba, la tierra indómita pretendiera reconciliarse con el hombre trabajador. Rodalquilar -así se llamaba aquel valle del oro- es ahora el nombre de uno de los parajes más emblemáticos del actual Parque Natural marítimo-terrestre de Cabo de Gata-Níjar. De su pasado minero, aquel que congregó a decenas de ingenieros ávidos de estudiar unos yacimientos que escondían el valorado tesoro amarillo, conserva los restos de construcciones singulares que sirvieron de hogar humilde para quienes trabajaban en la explotación. Aún pervive el aire de lugar señorial que el destino no quiso perpetuar y la huella imborrable que marcaron en su paisaje los yacimientos de oro más importantes del sureste español. La primera noticia del oro que escondía la tierra saltó en 1883, en la mina Las Niñas. Posteriormente se descubrió también en las concesiones colindantes, conocidas como Ronda, Resto y Consulta. Con el tiempo fueron también reconocidas minas como Triunfo y María Josefa. Pero hasta 1914 no se obtendría ninguna producción. Fue en 1931 cuando se regularizó la explotación aurífera que, en sus orígenes, estuvo en manos de capital inglés. Hasta que en 1940 la Administración española se hizo cargo de la fundición. Por un decreto del 10 de agosto de 1941 se ordenó la incautación de las minas y se encomendaron al Instituto Nacional de Industria (INI) las labores de investigación y explotación, que se dejó en manos de su filial, la Empresa Nacional de Investigaciones Mineras Adaro. El desarrollo demográfico de la zona y la proliferación de construcciones destinadas a facilitar la vida de los obreros evidenciaron los años de prosperidad. La existencia del club deportivo Adaro es sólo un ejemplo, que llegó a contar con destacados ases del balón, como El Taito, un jugador que no cedió a la tentación de salir de un equipo de tercera para despuntar en las filas del Barcelona. El sueño se truncó en 1966. Después habría algunos intentos más, hasta que en 1990 se realizó la última extracción. La Consejería de Medio Ambiente se hizo con las casas de estos obreros tras desembolsar 115 millones de pesetas y varios episodios de lucha judicial y administrativa con los herederos. Ahora Rodalquilar se ha convertido en uno de las prioridades de Medio Ambiente, que pretende convertir la zona en lugar privilegiado. Ya cuenta con un vivero, una prestigiosa sala de exposiciones y proyectos para crear de un aula de la naturaleza y un centro de información a visitantes. Podría ser incluso una villa turística. Pero Rodalquilar, aunque no puede renunciar a un pasado minero que algunos sitúan incluso en la prehistoria, ofrece más curiosidades. Es también la cuna de Carmen de Burgos, Colombine. La escritora, precusora de un feminismo adelantado a su tiempo, recordaba así su tierra: "Me crié en un lindo valle andaluz, oculto entre las estribaciones de la cordillera de Sierra Nevada, a la orilla del mar, frente a la costa africana. En esta tierra mora, en mi inolvidable Rodalquilar, se formó libremente mi espíritu y se desarrolló mi cuerpo. Pasé la adolescencia como hija de la natura, soñando con un libro en la mano a la orilla del mar o cruzando a galope las montañas". Incluso en Ramón Gómez de la Serna, amigo de Colombine, caló el interés por este lugar perdido en medio de ningún sitio: "Muchas veces hemos oído hablar a Carmen de ese pueblo fantástico, pueblo de la costa de Almería, pero perdido, sin comunicaciones, con su caserío disperso en el monte. Pueblo virgen, al que el mar ha ido trayendo nociones de todo, reflejos lejanos, y en cuyo clima admirable se han ido reflejando elementos de vida tránsfuga, cosas, fuerzas vivas, que necesitaban la belleza de un sitio perdido, confortable, aislado por una fiera estribación de montañas". Rodalquilar se ha convertido en el rompeolas de cientos de turistas, que buscan un ambiente sereno, un clima agradable -difícilmente la temperatura baja de los 12º a lo largo del año- y una esencia incorruptible. En el núcleo se puede escuchar el silencio. Sólo el eco de las olas cercanas que se estrellan en la orilla o el silbido del viento rompen la calma. Sólo el rumor lejano de batallas pasadas truncan la apariencia de una serenidad forjada a golpe de sol. Deambular resulta el mejor modo de conocer la zona. El visitante se puede perder en la historia que gritan las piedras del Castillo de Santiago y San Ramón o en las leyendas que esconde la Torre Fuerte de Rodalquilar. Siempre obtendrá recompensa.Rodalquilar fue en su tiempo un islote de prosperidad que ahora presenta "ese aire enmohecido que tienen los lugares de donde huyó la risa y el sudor del hombre, aunque el lugar es privilegiado para el turismo y, poco a poco, vuelve la vida, aunque se deje dormir para siempre la enjoyada entraña de la sierra", rememora el poeta Julio Alfredo Egea. La visión es acertada. El turismo se ha convertido en la nueva mina de Rodalquilar. Un choto bien asado con patatas es una de las opciones. Las propuestas de pescado no van a la zaga en el menú gastrómico de la zona. El Ajo Blanco o el Pan Pe Pato son dos de los templos sagrados del buen comer en la localidad. Después de calmar el apetito no está nunca de más darse una vuelta por los núcleos del parque de rodean el antiguo poblado minero, como Níjar - municipio al que pertenece el valle del oro- donde podrá adquirir jarapas y cerámica. Entre las calas próximas destaca El Playazo. Queda también la opción de buscar entre las propuestas artesanales que plantean aquellos foráneos que se establecieron en Rodalquilar para hacer del lugar su patria propia. Actualmente son 139 los vecinos censados en la zona, pero la población se infla en periodos vacacionales. Y es que los valores de la zona, donde se localizan los yacimientos más importantes de oro del sureste español, no merecen menos.
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