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EUROCOPA DE FÚTBOL

Todo le sonríe a Camacho

El seleccionador habla de algunos cambios en el equipo ante San Marino, entre la euforia general

Luis Gómez

Esta selección gusta a la gente y se gusta a sí misma. Los jugadores son conscientes de la repercusión que ha tenido la goleada ante Austria, del cambio operado en la atmósfera que rodea al equipo nacional, del estilo de juego que acaban de inaugurar, un estilo plenamente ofensivo, sin complejos. La euforia es inevitable: todavía hoy se habla más de lo sucedido el sábado que de la proximidad del encuentro del miércoles ante San Marino, una selección irrelevante donde las haya. Sin embargo, se aprecia el interés por terminar bien el trabajo. Todos quieren repetir la fiesta, juntarse para un partido más, porque no volverán a verse las caras hasta mayo ante Croacia, en un amistoso.¿Qué jugador no se divierte jugando al ataque? Ése parece ser el secreto de esta selección ahora mismo: sólo se entrena para atacar. Y en el ataque participan ocho de los 11 jugadores. No hay medias tintas.

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Es el caso de Guardiola, tan buen director dentro como fuera del terreno de juego. Guardiola señaló con el dedo a Raúl nada más concluir la goleada ante Austria y el mensaje fue captado por todos los medios informativos: el capitán del Barcelona manifestaba ante la concurrencia su admiración por la estrella del Madrid. Era una forma indudable de cohesionar el equipo nacional. El destino apenas ha reunido a Guardiola y Raúl media docena de veces a lo largo de su carrera, pero la conexión entre ambos ha funcionado.

Guardiola y Raúl

Ayer mismo, Guardiola era incapaz de recordar cuántos partidos había jugado con el madridista. Sabía que muy pocos. "No sé, cuatro o cinco, pero muchos menos he jugado con Fran y Valerón". Era su forma de manifestar que con Fran y Valerón habla el mismo lenguaje. Por eso este equipo recién inaugurado quiere jugar un partido más, necesita un partido más: todos parecen seguros de que pueden repetirlo.José Antonio Camacho, el seleccionador, trató de controlar ayer la euforia de los medios informativos, sin demasiado éxito. Lo mejor del técnico no está en la sala de prensa. Habló de la dificultad de un terreno de juego no demasiado bueno que impida a los españoles hacer el mismo tipo de juego que practicaron el sábado. Habló de la relajación que le sobreviene a un equipo ante un rival tan débil como San Marino. Habló de cambios en la alineación. Soltó algunos topicazos, pero quedó en entredicho horas más tarde, cuando el equipo se dispuso a entrenar en Rimini, localidad italiana costera con el Adriático, situada a medio centenar de kilómetros de San Marino.En el entrenamiento, la selección mostró el mismo espíritu, la misma concentración, que 48 horas antes. Fue la prueba inequívoca de que esta selección se siente a gusto.

Porque lo visto en las vísperas del choque ante Austria se repitió ayer: esta selección se entrena para jugar al ataque, sin precaución. Los jugadores repasaron algunos conceptos ensayados con anterioridad. Y son muy nítidos: el balón se desplaza en corto en el centro del campo, se toca deprisa y se buscan las bandas. No hay demasiadas precauciones: ocho hombres participan en la elaboración de cada jugada ofensiva. Ocho de los 11 que tiene un equipo.

Presión

Naturalmente, la actitud del equipo no es contemplativa: se presiona sobre el contrario, se busca recuperar la pelota e iniciar el ataque. Siempre al ataque. Los conceptos defensivos apenas se tocan, salvo en lo que se refiere a la presión, donde debe intervenir todo el equipo. Si del entrenamiento hay que deducir una actitud general, la de la actual selección española no admite dudas: este equipo sólo se entrena para jugar mirando la portería. Por eso no hay malos rollos, ni gestos de aburrimiento. Hasta la prensa reconoce que se divierte viendo el entrenamiento.Si esto es euforia, no hay porqué temerla. La selección llegó al pequeño aeropuerto de Riminí casi en el anonimato. No hubo periodistas locales a la espera, ni público deseoso de cazar autógrafos. No hay presión ambiental, ni excesos en las declaraciones. Simplemente, buen ambiente, ganas de jugar otra vez más y de hacerlo bien, lo que más le puede gustar a un buen futbolista. Camacho ha descubierto los beneficios de la naturalidad: aquí juegan ahora los mejores, los que están en forma, y deben jugar a gusto. Por tanto, no es la selección de Camacho sino la selección de los mejores. Por eso, si algún día pierden, no perderá Camacho. No es mala fórmula.

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