"¡Pero qué bien estamos jugando!"
Los internacionales españoles disfrutaron como chiquillos del inolvidable partido de Valencia

Se les tiene por multimillonarios que han olvidado el entusiasmo de su infancia, cuando perfilaban sus condiciones como futbolistas en baldíos, pasillos, plazas y calles, cuando creían vislumbrar el don natural que les haría jugadores de Primera División, cuando la pelota era todo en sus vidas y no necesitaban más que un partido contra el barrio de enfrente para sentirse felices. Es cierto que ahora son ricos y famosos, y que los rigores de su profesión les han vuelto desconfiados, y que muchas veces parecen hartos del fútbol, pero también es cierto que todos están dispuestos a recuperar su infancia cuando tienen la oportunidad de disfrutar del juego como niños.Los internacionales españoles tuvieron este sentimiento de plenitud frente a Austria. Algunos sintieron una liberación que se reflejaba en su rostro. Con ojos desaforados, Valerón no celebraba tanto los goles como la oportunidad que tenía de participar en un momento memorable. Corría y se abrazaba a sus compañeros. "¡Pero qué bien estamos jugando!"!, gritaba. Y con el siguiente gol, lo mismo. Se sentía el hombre más feliz del mundo, probablemente porque en Valencia recuperó el fútbol como un lugar para la felicidad. Como cuando era un muchacho.
Si algo produjo el encuentro frente a Austria fue un sentimiento inmenso de satisfacción entre todos los internacionales. Se sabían unos privilegiados: habían jugado el partido soñado, la obra perfecta tantas veces perseguida y casi nunca alcanzada. Su alegría era incontenible. Hablaban unos de otros con admiración, quizá porque, por fin, se había reunido un equipo animado por la misma sensibilidad. Después de una larguísima trayectoria profesional, Guardiola y Fran nunca habían jugado juntos. Resultó como esperaban. "Es un futbolista maravilloso", dijo Guardiola, un radical del toque, feliz por encontrarse con unos futbolistas que bebían de las mismas fuentes. Jugadores como Fran, como Valerón, como Raúl, cuya conexión con el centrocampista del Barcelona ha sido instantánea. Los dos son la expresión de la esperanza en un equipo que ha tocado el corazón de la gente.
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