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Chema Cobo enseña en Madrid sus últimos sarcasmos y obsesiones

El Círculo de Bellas Artes resume 18 años de "travesuras" y tolerancia

La sala de exposiciones del Círculo de Bellas Artes muestra hasta el 11 de abril toda la ironía de Chema Cobo, un pintor que se define más como "lector de historia y literatura" que como espectador de cuadros, y cuya obra ha evolucionado, según escribe en el catálogo Fernando Castro, hacia un "cosmos polifónico" o "una poética cercana a lo barroco".

La exposición se titula El laberinto de la brújula, un contrasentido como otros tantos que le gustan a Chema Cobo (Tarifa, 1952). Jugando con sus obsesiones más frecuentes ("los mapas, los espejos, las fronteras...") y reflexionando sobre sus lecturas ("Kafka, Borges, Calvino..."), Cobo, que llevaba ocho años sin exponer en Madrid, ha reunido una amplia "selección de travesuras".En ese mundo a veces hermético y otras veces explícito cabe un ejército de realidades irreales y misteriosas que parecen atadas por un sarcasmo feroz. Para reírse del mundo que nos rodea, Cobo pinta jockers-bufones armados con metralletas; diseña cuadros convexos y cóncavos a la vez, espejos borgianos que reflejan imágenes oscuras; hace autorretratos, máscaras, huevos y calaveras ("mis obsesiones de siempre, las permanentes"); junta fechas históricas o literarias (1492, 1879, 1984...) con leyendas pintadas blanco sobre blanco que esconden juegos de palabras en inglés ("no es que sea un esnob; es la lengua del imperio, y el lenguaje es el poder de nuestros días"); diseña mapas de cabezas o figuras sin rostro que hablan de un mundo incomprensible, o hecho al revés...

Formado artísticamente junto a su paisano Guillermo Pérez Villalta y al calor de artistas de la talla de Alcolea o Gordillo, Cobo fue asociado en los últimos años setenta y primeros ochenta con el grupo llamado de la nueva figuración, que alcanzó difusión con la colectiva Madrid DF. Hoy, casi 20 años después, ve su evolución como una consecuencia lógica con sus inicios: "Surgimos de la muerte de la pintura, y eso nos permitió hacer lo que nos diera la gana. Así que cada uno tiramos por nuestro lado".

Ópera bufa

Y ahora "cada idea tiene su forma de expresión, y el tamaño y el material de los cuadros no tienen más límites que los que pide esa idea. Me interesa sobre todo poner en contradicción la imagen con los textos, mostrar la historia como una ópera bufa, que es lo que ha sido desde la Ilustración...".Emigrado a Italia y a Estados Unidos en los años ochenta, y a Bélgica y otra vez a Estados Unidos en los noventa ("di clases allí para quitarme el hambre"), Cobo vive hoy solitario en Alhaurín, un pueblo de Málaga. "Está lo suficientemente lejos como para que vengan los que quiero ver y no vengan los que no quiero".

Es allí donde reflexiona y pinta. Últimamente le preocupa sobre todo la idea de la frontera. "Debería ser cada vez más cuestionada por el arte. En estos tiempos de vigilancias obsesivas y fraudes históricos, cuando la distancia entre el Sur y el Norte, entre la miseria y la riqueza, es cada vez mayor, la pintura debe ser una lección de tolerancia en vez de una carrera de caballos en la que sólo importa vender más". Y debería también poner en evidencia la futilidad del yo: "Porque el yo, al fin y al cabo, es muy poco más que una concepción ficticia, no sirve más que un abrelatas. Ayuda a que el tiempo pase, a que nos inventemos guerras y pasiones".

¿Y se identifica usted con este resumen de 18 años de obra? "Yo no me identifico ni con mi DNI, así que, ¿qué voy a pensar de mis cuadros? Están ahí, pasé buenos ratos haciéndolos... Son sólo ideas, hay unos mejores que otros... Me gustaría que fueran como una retórica de la poesía, porque la pintura ha perdido la capacidad de hacer metáforas. Pero quién sabe. Tan válido es lo que sea como lo contrario...".

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