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El valencianismo político

Antes de la guerra civil, las ciudades de Alicante y Valencia eran básicamente valenciano hablantes, hoy -a pesar de los esfuerzos realizados- la recuperación del valenciano en estas ciudades parece una tarea titánica. Los 40 años de dictadura no pasaron en balde, porque, si bien la castellanización de los segmentos sociales dominantes viene prácticamente del desenlace de las Germanías en el XVI, la generalización del proceso es relativamente reciente, mezcla de represión y menosprecio (del valenciano) y escolarización obligatoria (en castellano). Para desgracia de la lengua, en las ciudades medianas el proceso también ha contaminado las clases medias. La última encuesta del CIS certifica la situación. La salud del valenciano como lengua es de una trascendencia enorme para la salud de los valencianos como país. Porque el valenciano ha jugado un papel decisivo en la caracterización de nuestro pueblo a través de su dilatada historia de casi ocho siglos en tanto que, conviene recordarlo, pueblo de aluvión. Un poco como el inglés en el melting pot de los Estados Unidos. Perder nuestra lengua propia es perder, por tanto, un instrumento básico de cohesión y de identidad. Por eso, el franquismo también nos hizo mucho daño al debilitar nuestra capacidad para integrar a los cientos de miles de inmigrantes de la segunda mitad de este siglo, que sólo encontraron, en el mejor de los casos, tradiciones locales, con frecuencia adulteradas, para sentirse acogidos en la nueva sociedad. Pero, no nos engañemos, el franquismo se limitó a practicar con total impunidad y celo acrecentado las ideas que el nacionalismo español contemporáneo había elaborado con anterioridad. España como Estado-nación se definió en el siglo pasado como uninacional de raíz castellana: lo castellano (y sus variedades regionales) caracterizarán lo español, lo demás serán problemas que se tendría que resolver de un modo u otro. Todo el siglo XX español será, pues, un conflicto de nacionalismos: del dominante y de los que se sienten dominados. El nacionalismo español contó con apóstoles eficaces en tierras valencianas. Tanto, que quienes discreparon de esas ideas tuvieron que quedarse en muchas cunetas de la historia, tal y como el profesor Alfons Cucó nos describe admirablemente en su reeditado El Valencianisme Polític, 1874-1939. El libro de Cucó nos permite comprender como los valencianos pasamos de "problema" a "solución", de cómo renunciando a nuestra propia identidad nacional acabamos siendo un caso "regional ejemplar", como Extremadura o Murcia. Es así como un joven Calvo Sotelo, en el arranque de la dictadura primorriverista, nos toma como coartada para el "regionalismo" del régimen frente al catalanismo y el vasquismo políticos. El primer verso del Himno de la Exposición, que esta primera dictadura oficializó como Himno Regional, era el paradigma de lo que se trataba. La lectura de este clásico de la historiografía valenciana se hace imprescindible para entender, además, el actual resurgimiento del nacionalismo español y de sus posibles adláteres valencianos. Parece mentira, pero todo estaba escrito antes del 39. Todos los lugares comunes que se utilizan ahora mismo en la controversia nacionalista española y valenciana los encontrará el lector en el libro de Cucó. Quizá, el marco de la Unión Europea, que permite superar obsoletos dilemas soberanistas, y la unidad institucional representada por la Generalitat, que permite el ejercicio de una buena dosis de autogobierno, dan unas posibilidades al presente que no tuvieron las generaciones anteriores. Alcanzar el postnacionalismo en el siglo XXI, que muchos deseamos, sólo será posible si ese marco de convivencia que es España entierra la excluyente matriz nacional castellana y se dota de una consideración plurinacional tal y como la historia y la realidad lo han forjado. Y que conste que los valencianos tenemos vela en este entierro mucho que les pese a algunos de los hijos del franquismo que ahora nos gobiernan. O sea, que el valencianismo político tiene más sentido que nunca porque con ello nos va nuestro futuro como pueblo y nuestra contribución a la profundización de la democracia y la convivencia en España.

Vicent Soler es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Valencia.

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