_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El largo y ansiado "parto" de Mayuri

El 5 de Enero de 1996, después de habernos informado en la embajada india acerca de la situación y de los trámites de adopción en aquel país, nos dirigimos a la Diputación Foral de Vizcaya y formalizamos una solicitud. Era como echar nuestra carta particular a los Magos o el boleto para la lotería del Niño. Recuerdo que hicimos risas en torno a ello. Íbamos no ya a por el premio gordo, sino a por el mismísimo niño. El 4 de Diciembre de 1997, casi dos años después conseguimos reunirnos con nuestra hija Mayuri en Hyderabad (India) y traerla a Bilbao una semana más tarde con una sentencia de tutela que en tres meses los juzgados de Bilbao transformaron en adopción plena. Fue un parto muy especial. Al misterio de la vida se unía el misterio del encuentro con una personita que aunque hubiese nacido a 8.000 kilometros de distancia resultaba ser nuestra hija. Cuando nos planteamos la posibilidad de tener hijas/os decidimos adoptar una hija y quizá después tener un segundo hijo/a biológico. Para nosotros, mientras haya personitas en el mundo institucionalizadas y sin familia, el deseo de adoptar es tan natural como el deseo de maternidad/paternidad biológica. La adopción es una opción más y no tiene por qué ser precisamente la última. Cada vez más tenemos la posibilidad de elegir el tipo de familia en el que queremos vivir. Nos referimos a que demasiado a menudo se interpreta la adopción como consecuencia de la esterilidad. No es nuestro caso ni el de los otros tres de Bilbao que conocimos sobre la marcha y que al igual que nosotros se encontraban tramitando una adopción con India. Decidir el país fue lo más fácil. Conocimos la India haciendo turismo en el verano de 1993 y nos había enganchado profundamente. Aquel país es una explosión de vida, de diversidad y de contradicciones. Además, preferíamos una niña del sur porque ya se sabe que lo tienen más dificil para salir adelante en la vida, y en la India esto se concreta de forma muy clara. De hecho en los orfanatos indios es raro que te asignen un niño. Y es que están llenos de niñas. Nuestro expediente tardó 11 meses en llegar a la India. Nos molesta bastante cuando se habla de burocracias tercermundistas porque de hecho, aquí no sabemos montárnoslo mucho mejor. En nuestro momento no se habían legalizado las agencias de adopción que ahora ya están funcionando. Cada cuál tenía que solucionarse su papeleta. Lo que más nos ayudó fue la red de contacto con otras madres y padres adoptantes. Cuando te embarcas en una adopción no sueles conocer a gente que se encuentre en tu misma situación, no cuentas con modelos de referencia. Algo que nos tuvimos que trabajar bastante fue la actitud. El refrán "Sin prisas pero sin pausas" podría resumir esto. Por una lado, adoptar es un ejercicio de paciencia continuo. Por ejemplo, una vez que nos adjudicaron a Mayuri, seis meses después de que nuestro expediente llegara a la India y gracias a que viajamos hasta allí para agilizar el proceso, tuvimos que aprender a convivir con normalidad sabiendo que aunque teníamos una hija ya en nuestros corazones, no íbamos a poder reunirnos con ella hasta bastantes meses más tarde. Los últimos meses son difíciles. Sabíamos que la teníamos tan cerca..., pero no conseguíamos atar los cabos. Cancelamos dos veces las reservas de vuelo. Ya nadie nos creía cuando decíamos "ahora sí que viene". Además sabes que allí las niñas son muy vulnerables. Mayuri de hecho tuvo una anemia muy fuerte y tuvieron que hacerle una transfusión de sangre. Nos dimos un buen susto. Por otro lado, esa actitud paciente no es suficiente. Hay que moverse, no puedes quedarte esperando. Tienes que dedicarle tiempo, esfuerzo y creatividad. Desde luego, una hija adoptada es ante todo fruto del deseo, una hija querida. Hay que implicarse tanto para conseguirlo... Sensación de paz Cuando por fin nos encontramos fue mágico. Nos dejaron esperando en el claustro del convento. Al cabo de unos minutos un grupo de tres o cuatro mujeres la trajeron en brazos. Mayuri tenía siete meses. Fue todo muy bien entonces y lo ha seguido siendo. La sensación fue de paz. No hubo lloros por ninguna de las partes. Por fin lo habíamos conseguido. Nos parecía maravillosa. Era precisamente la persona que deseábamos como hija. El amor que sentimos por ella es inmenso, aunque nunca tuvimos dudas de que íbamos a ser capaces de quererla tanto como se quiere a un hijo/a biológico. Si acaso, el conocer que por genética y por orígenes ella es diferente a nosotros, nos ayuda a respetarla aún más como persona en su diferencia y hace que nos resulte una persona terriblemente mágica y atractiva. Cuando nos emocionamos más fue cuando cuatro días más tarde nos íbamos del orfanato y cuando despegamos de Delhi. Eramos conscientes de que Mayuri dejaba su tierra de origen, de algo que mejor o peor era lo suyo hasta entonces e iba a seguir siéndolo en cierto modo, y eso nos causaba dolor. Sabemos que más tarde o más temprano ese dolor que ella no pudo vivir entonces volverá de alguna manera y entonces tendremos que afrontarlo los tres juntos. Mayuri significa en hindi pavo real, que es un animal que simboliza la India. Estamos convencidos de que, como el pavo real, Mayuri se sentirá orgullosa de sí misma y de sus orígenes.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_