La última gran aventura

"HA ATERRIZADO el águila". La frase que evoca a Lindbergh sentenciaba ayer en Ginebra, centro de control del vuelo, la gesta de un suizo y un británico que han culminado el último grial de la historia aérea, el desafío con que sueñan todos los aeronautas, la vuelta al mundo en globo sin escalas. Bertrand Piccard, un psiquiatra enamorado de todas las formas de vuelo, hijo y nieto de aventureros del agua y de los cielos, y Brian Jones, ex piloto de combate, han arrebatado a Julio Verne un sueño más franqueando en menos de veinte días todos los paralelos de nuestro planeta a bordo de su mole plateada de 55 metros de altura.Genio técnico, maestría en el pilotaje, insuperable guía meteorológica y mucha suerte se han aliado con los dos pioneros del Breitling Orbiter para hacer posible su circunnavegación, en la que otros habían fracasado antes, entre Suiza y el desierto de Egipto a bordo de un aerostato lleno de aire caliente y helio y propulsado por propano. En su cabalgadura de 45.000 kilómetros por las corrientes rápidas de la atmósfera (más de 200 kilómetros por hora en ocasiones), Piccard y Jones han estado auxiliados en todo momento por lo último en tecnología de navegación y comunicaciones.

Pero en realidad su hazaña se asienta en resortes tan viejos como la humanidad: el empeño, la convicción, la capacidad de resistir. Eso les ha mantenido en una góndola presurizada 20 días y sus noches, a 10 kilómetros de altura, con mucho frío y sin otros ruidos que los del viento desplazando un dirigible de nueve toneladas de una corriente a otra. Jacques Piccard, padre del aeronauta, que en 1960 descendió a casi once mil metros de profundidad en el Pacífico, lo ha explicado para la leyenda: "El propósito del viaje era sobre todo una aventura humana". La última gran aventura.