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EXCURSION

RESERVA NATURAL DE FUENTE DE PIEDRA Cuna de flamencos

El silencio es casi imperturbable. Sólo se oyen unos graznidos lejanos y una brisa leve que se cuela entre el matorral. 11.000 puntos blancos se esparcen por la laguna. Así, en la distancia, no parece que fueran flamencos, ni que sumaran tantos. Cuando el sol empieza a subir, sus siluetas se recortan sobre el agua. Se mueven como en cámara lenta, pero basta que intuyan la presencia humana para que emprendan una huida sin titubeos. La laguna de Fuente de Piedra, en Málaga, alberga la mayor colonia de flamencos de la Península Ibérica y la segunda de Europa. Aunque estas aves son su seña de identidad, hay otras 170 especies que habitan en este espejo de agua equivalente a 1.350 campos de fútbol. Un tesoro ornitológico que le ha valido su inclusión como humedal de importancia internacional en el Convenio Ramsar de 1982, su declaración como reserva natural en 1984 y su consideración como zona de protección especial para aves en 1988. Para visitar la laguna hay que armarse de prismáticos, paciencia y respeto. De nada vale acercarse más de la cuenta, salirse de la ruta de 21 kilómetros que bordea el humedal o invadir los cultivos contiguos. Los flamencos, demasiado precavidos, escapan en desbandada. La primavera es la mejor época para hacer un recorrido que debe plantearse sin prisas. Son meses de período reproductor. Inmiscuirse en el cortejo nupcial requiere tranquilidad para la observación, pero tiene su recompensa: los flamencos repiten una y otra vez un ritual en el que levantan sus cuellos y despliegan las alas para impresionar a la pareja. Cada una empollará un huevo. Macho y hembra se guardarán fidelidad por un año y después se buscarán un nuevo compañero. Durante la crianza de los polluelos, estas aves hacen gala de solidaridad. Algunos adultos se quedan al cuidado de las guarderías mientras otros vuelan hasta humedales cercanos en busca de comida. La laguna, que también sirve de asentamiento a pagazas piconegras, gaviotas reidoras, chorlitejos patinegros, cigüeñelas, grullas y gallinetas, recoge las lluvias de 15.000 hectáreas a la redonda. Su salinidad procede de las aguas subterráneas que absorben los minerales del subsuelo. La profundidad oscila entre los 40 centrímetros en años de precipitación media y los 1,69 metros en años excepcionalmente lluviosos. Las fluctuaciones en el nivel de agua determinan el ciclo reproductor del flamenco y permiten que varíen las especies del entorno. El paraje, área de invernada y paso migratorio de numerosas aves acuáticas, fue hace cientos de años un asentamiento romano. Cuentan que en la época del emperador Trajano, el agua del pueblo se metía en vasijas atadas con saxifragia, una planta que hacía las veces de precinto de calidad. Por aquellos años, los romanos no dudaban en matar un flamenco sólo para aprovechar su lengua, que era tan preciada como el caviar. Desde entonces hasta hace cincuenta años, la sal de la laguna fue explotada con fines comerciales. En 1951, la compañía hispano-francesa que comercializaba el producto abandonó los trabajos. Con los avances tecnológicos en refrigeración, la industria salinera ya no era negocio. Los diques, otrora utilizados para que se sedimentara la sal en el centro de la laguna, sirven ahora para la nidificación de aves. Ubicado en el norte de la provincia de Málaga, este espejo de agua, cuya gestión depende de la Consejería de Medio Ambiente, es el más extenso de Andalucía. Contemplado desde las estribaciones que lo rodean, parece mentira que hace algunas décadas un puñado de ingenieros se empeñara en su desecación. Durante varios años hubo intentos en ese sentido, pero la naturaleza pudo más. Datos de interés Desde Málaga se accede por la N-334 y desde Sevilla a través de la A-92. La visita es gratuita, pero es recomendable que los grupos la concierten con antelación en el centro de información. Teléfono de contacto: 952 11 17 15.

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