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Duras críticas del Partido Popular a las exigencias de Gil-Robles

El jefe de los populares españoles en el Parlamento Europeo, Gerardo Galeote, criticó ayer con dureza las posiciones defendidas por el presidente de la institución y militante del mismo partido y grupo, José María Gil-Robles. Galeote manifestó a este diario su disgusto por la carta enviada la víspera por Gil-Robles a los líderes europeos reclamando la inmediata sustitución de la Comisión Europea, que está en funciones desde que el lunes por la noche presentara su dimisión.Galeote discrepó de lo que denominó "propuesta Gil-Robles" y se alineó con lo que definió como "propuesta Benelux": el mantenimiento en funciones de la actual Comisión y el nombramiento de una nueva tras las elecciones europeas de junio y con el Tratado de Amsterdam en vigor. Entre otras razones, alegó la necesidad de no contaminar las negociaciones financieras con el debate sobre la sucesión de Jacques Santer.

"Es muy difícil aparcar el debate de la Agenda 2000 para, en cambio, concentrarse en un debate sobre personas; tiene, además, un inconveniente político: votarían en contra aquellos diputados que teman que no tendrán a uno de lo suyos en la Comisión; otro inconveniente es que la nueva Comisión nacería así como resultado de una cierta confrontación ideológica, el Parlamento Europeo se convertiría en el ámbito de una enfrentamiento ideológico".

Posiciones minoritarias

Un portavoz de Gil-Robles puntualizó que la carta del presidente del Parlamento "refleja las posiciones de la Conferencia de Presidentes de la Cámara" y señaló que "el problema de Galeote quizá sea que defiende unas posiciones que no son las mayoritarias en el Partido Popular". Galeote asegura que coinciden con su postura más de un centenar de diputados conservadores, que no ven con buenos ojos que un Parlamento que está a punto de agotar la legislatura condicione a los de la próxima en una decisión de tanto calado político como la elección del presidente de la Comisión. Galeote defendió la opción de que la nueva Comisión sea elegida en junio por el nuevo Parlamento y aplicando ya el Tratado de Amsterdam. Y, lo que es más novedoso, que su mandato sea de cinco años a partir de su elección. Esta fórmula tendría la ventaja de que permitiría sustituir a la actual Comisión con relativa rapidez, sin tener que mantenerla en funciones hasta final de año, y al mismo tiempo evitaría que entretanto tuviera que elegirse una Comisión provisional o que la Comisión definitiva tuviera que ser ratificada dos veces: primero, por el actual Parlamento de acuerdo con el Tratado de Maastricht, y después, por el nuevo con el Tratado de Amsterdam.

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