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Bufones

MARTA SANTOS Muchas veces me he preguntado cuál es la dichosa función del intelectual, y sobre todo, del escritor, en la sociedad, la historia y todo eso. Y he terminado, casi siempre, tumbada panza arriba añorando con terneza los tiempos de los bufones, que eran los que removían las entrañas del pueblo. Quizá porque mi conclusión sobre el arte e, incluso, el pensamiento es que están para remover entrañas y vísceras populares, y no para coger al pueblo por la soga, maniatarlo y someterlo a una catequesis que termina por dejarlo dormido. Ni mucho menos para mitificarlo, subirlo al campanario y decir esas cosas que se decían en los sesenta: "Oh, pueblo mío". Leo Bassi, que en estos momentos actúa por aquí, lo ha dicho: el pueblo vive absorbido por Berlusconi: fútbol y tetas. Así han sido -hemos sido- siempre los plebeyos: pan y circo hasta hartarse. Ahora lo tenemos más crudo, porque el pan ya no sabe a cebada y farineta, y el circo viene envuelto en un torbellino mediático que, como decía Passolini, deja a la Iglesia y al Ejército a la altura de la zapatilla; y mira que para dejar a ésos por ahí abajo hace falta encajarse bien el sombrero. Para seguir citando y hacerme la culta, citaré a Cortázar, que decía que las revoluciones se producen en los callejones sin salida; cuando el pan sabe que da asco y el circo te descompone el cuerpo. Entonces el vulgo se alza, cabreado, para exigirlo Todo. Le dan un poco de chocolate, y otra vez a la mesa camilla. Por eso ahora me cuestiono, y que no se me ofendan los intelectuales, por qué columna tras columna, periódico tras periódico, se bombardea al pueblo con palabras como "anagnórisis", "deflación" y "óntico". ¿Usted cree que el pescadero de la esquina sabe lo que es "anagnórisis"? Tres pepinos que le importa, mientras venda a su debido precio la merluza. ¿Usted cree que a ese bendito pescadero le importa el conflicto de Palestina expuesto -eso es el meollo- como lo tuviera el hombre metido dentro de las cocochas? A ese hombre, para que le interese el conflicto de Palestina, se lo tienen que exponer Faemino y Cansado. A la manera de los bufones: iconoclastas, escatológicos si hace falta. Eso es el famoso pensamiento lateral, con el que los publicitarios tanto se machacan el cerebro y que da lugar a anuncios como ése de "Fernández, usted que es el último en el escalafón, traiga los cafés"; la lámpara se cae sobre los jefazos y Fernández se queda con el coche. Me da la sensación, a ratos, de que los intelectuales no escriben, en realidad, para el pueblo, sino que se escriben entre ellos, como si fueran Sartre y Camus diciéndose "yo tengo las manos sucias" y el otro le contesta "pues es que eres un guarro. Rusia será hermosa". Esta última es una de las frases más bellas de Camus, pero me temo que Rusia jamás será hermosa a base de jabón. Así que hoy me voy a dedicar un rato al pueblo y a practicar para bufón, después de exponer esta tesis que no hay pescadero que se la dispare. Siéntese, intelectual, y entiéndame ahora, que voy a hablar como un juglar para labradores. La primera palabra que se me ocurra, estilo escritura mecánica: plátano. Debe ser que mi subconsciente trabaja constantemente en otra dirección. El subconsciente da esas sorpresas. Imagínense un plátano animado. No un Plátano-Hombre con piernas y eso, sino un plátano animado. Animado viene de ánima, que significa alma, y por tanto, está vivito y coleando. Imagínese, pescadero contratado, que va usted en el Bilbobus a las siete de la mañana, adormilado; mira hacia la izquierda y descubre que su compañero de asiento es un plátano animado. Ahí, tan risueño, con sus ojitos debajo de la pelambrera por donde usted lo abre. Sentadito sobre su trasero abombado y meneando el oscuro extremo de su culito. Qué contento va el platanito. Cómo no va a ir contento, si tiene un día más de vida. Los plátanos suelen tener poca esperanza de vida. Ese es el conflicto fundamental del pueblo: que o te comen o te pudres. Si encima no tienes quien te anime, ya le pueden ir dando por culo a la anagnórisis entera.

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