¿Hacia dónde va la Universidad catalana?
Todos reconocemos la importancia que tiene la Universidad como base de nuestro progreso económico y social. Pero debemos preguntarnos: ¿está cumpliendo nuestra Universidad esta misión? ¿Por qué hay un importante divorcio universidad-sociedad? ¿Hacia dónde va y qué objetivos pretende conseguir? Desde hace ya algunos años soy miembro del Consejo Social de la Universidad de Barcelona y sigo viendo como el alcance de la visión estratégica de las universidades se limita casi siempre al alcance propio de los presupuestos anuales y al plan plurianual de inversiones, todo ello dentro de un marco de una fuerte limitación de recursos. En la Universidad, junto a los nuevos retos, subsisten los problemas tradicionales que comentaba recientemente en un valiente artículo publicado en EL PAÍS el rector de la Universidad de Barcelona, el doctor Antoni Caparrós: inflexibilidad funcionarial burocrática, impenetrabilidad entre áreas del conocimiento, trabas al intentar incentivar la calidad, categorización como caos de lo que no sea igualitarismo organizativo, intocabilidad de la edad de jubilación e imposibilidad de dignificarla, obstáculos a cualquier estrategia de reasignación de recursos, etcétera. Siendo graves estos problemas, lo más preocupante parece ser la incapacidad de la Universidad de adaptarse a los tiempos de cambio acelerado en los que nos encontramos. El mundo se mueve, y no en balde afecta a todo y a todos. ¡Ay del que no sepa reaccionar a tiempo! Sólo por mencionar algunos cambios: ¿cómo va a afectar la reducción de la población universitaria, que según anuncian los demógrafos va a disminuir alrededor del 40% en los próximos 10 años? La globalización, la creciente competitividad de las empresas y las nuevas demandas sociales, ¿no van a obligar a una profunda reestructuración de la enseñanza actual? ¿Cómo van a transformar las nuevas tecnologías de la información los sistemas de docencia y de investigación? ¿No deberíamos también ir pensando en una Universidad catalana abierta al mundo, preparada para impartir la docencia de algunas materias también en castellano y en ingles? ¿No debería la Universidad asumir un papel importante en la necesidad creciente de formación continuada a lo largo de toda la vida? Los servicios que la Universidad ha aportado al bienestar de la sociedad son indiscutibles. La importancia que la Universidad tiene para seguir creando riqueza y bienestar en el futuro es evidente. Por ello es tan importante que asuma su responsabilidad y se convierta en la punta de lanza de la creación y transmisión del conocimiento, de la innovación y del progreso, y en el faro que ilumine el debate social que ante tantos retos la sociedad tienen planteados. Éste debe ser el primer gran objetivo de la Universidad: ser un instrumento básico del progreso social. Si ello no ocurre, puede pasar algo parecido a lo sucedido con algunas empresas y servicios gestionados desde el sector público, que siendo conceptualmente necesarios y eficaces, en realidad se mostraron ineficientes dando un servicio público de baja calidad, debido al corporativismo interno y al inmovilismo, lo que ha llevado a buscar vías más eficientes para la sociedad, que en este caso ha optado, sin oposición de los sectores progresistas, por la privatización. No es fácil pasar de la situación actual a la que se propone. No es fácil, pero es posible. Hay que reconocer que a la Universidad debe dotársela de mayores recursos, pero al mismo tiempo también desde la propia Universidad hay que corregir importantes ineficiencias internas. ¿Cuál es el camino que seguir? Parece evidente que una vez analizado el entorno, efectuadas las
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