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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El techo de la mujer

CADA 8 de marzo el Día Internacional de la Mujer Trabajadora sirve para recordar que el objetivo de igualdad de trato y de oportunidades entre hombres y mujeres, aunque se haya aproximado en algunas cosas, sigue estando muy distanciado en muchas más. España no es una excepción. La plena igualdad conseguida en el plano legal en los años de democracia convive todavía con denigrantes y emboscados comportamientos discriminatorios para con la mujer en la familia y en la sociedad.En el terrero de los hechos las estadísticas siguen siendo desfavorables para la mujer española, incluso en mayor medida que en los paises europeos del entorno. Y no sólo en los ámbitos de poder - sea político, económico o social-, en los que la mujer encuentra un techo impenetrable que le imposibilita alcanzar puestos de responsabilidad y de representación comparables con los de los hombres. De hecho, a pesar de la preparación que se reconoce a la mujer en todas las ramas del mercado del trabajo, su presencia disminuye conforme se asciende en la jerarquía profesional y apenas es una excepción en los ámbitos de gestión y dirección. También en aspectos más elementales pero esenciales para la igualdad, como la tasa de actividad, la incidencia del paro o los niveles retributivos, la mujer encuentra obstáculos casi insuperables -en este caso, un suelo que la ata a las remuneraciones más bajas y a los empleos menos cualificados- para alcanzar niveles adecuados a su número y formación.

La deseable igualdad no es cuestión que ataña sólo a los poderes públicos. Afecta sobre todo a la sociedad en su conjunto, desde la familia, en la que la violencia contra la mujer no es más que una prueba feroz de que la mentalidad machista sobrevive en su seno, hasta la empresa, con sus políticas discriminatorias de empleo y promoción, y la cada vez más influyente publicidad comercial, empeñada en teñir sus mensajes con un uso degradante de la imagen de la mujer. Pero los poderes públicos tienen mucho que decir, y sobre todo que hacer en este campo, además de promulgar leyes igualitarias. Sería lamentable que desde las instancias públicas volviera a ponerse de moda -eso sí, convenientemente remozado y puesto al día- un concepto de la mujer que, como el que estuvo vigente durante lustros en España, hiciera compatible su consideración como espejo de todas las virtudes con su radical marginación en la vida real. No sólo no se avanzaría sino que se daría marcha atrás en el túnel del tiempo.

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