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Los años bobos

Antonio Elorza

El Partido Popular ha celebrado el tercer aniversario de su permanencia en el poder y lo ha hecho a su modo. Los medios de comunicación situados bajo su control recogieron las manifestaciones triunfalistas de sus dirigentes sin el menor espacio para el debate. Si tenemos en cuenta las dos vertientes de la libertad destacadas por Guillermo de Humboldt, la capacidad de elegir por parte del individuo y la variedad de opciones, es claro que el PP opera la restricción en el terreno de la segunda. En los medios de comunicación públicos no hay forma de que nadie ponga en cuestión razonadamente aspecto alguno de las políticas del Gobierno, simplemente porque se han cegado los cauces para ello. Las entrevistas individuales con algunos personajes sirven de coartada, lo mismo que los flashes concedidos en los telediarios a los dirigentes de la oposición, pero los acontecimientos se suceden sin que nunca surja el ámbito para que la opinión pública se entere en profundidad de los motivos de la discrepancia reflejada en unas décimas de segundo. El pluralismo queda para las apasionantes reflexiones sobre los viejos y nuevos entrenadores del Real Madrid. El resto es una CNN debidamente orientada.De acuerdo con la tradición conservadora, gobernar es administrar, hoy con la oportuna aureola que le crea al Gobierno su amplio control sobre los medios. La favorable coyuntura económica, coincidiendo en esto con lo que antes hiciera el PSOE, es presentada como fruto de los éxitos de nuestros gestores, sin examinar nunca lo que hay de efecto inducido por la evolución también positiva del contexto europeo. En cambio, los aspectos problemáticos, tales como las relaciones con los aliados nacionalistas, son abordados sólo de forma puntual, como salpicaduras sobre una superficie que queda fuera de campo. Pujol dice esto, Acebes le responde lo otro. El PNV se queja de la postura gubernamental en el "proceso de paz" y Mayor Oreja replica. Nunca hay una propuesta de cierto alcance, ni un planteamiento que permita saber a los ciudadanos lo que de veras hace o piensa hacer el Gobierno en una coyuntura histórica singularmente difícil. La sospecha es que se queda en el día a día, con la prioridad otorgada a la propia conservación en el poder, desentendiéndose de cuáles son las evoluciones de los problemas a medio y a largo plazo. Y así va la cosa.

Lo mismo ocurre en otras áreas. Por el momento, en Educación y Cultura, tras el relevo, estamos descubriendo la figura del ministro inexistente. Y en política internacional lo único que sabemos los ciudadanos con certeza es que en caso de crisis respaldaremos con palabras y hechos lo que decida Bill Clinton. Abel Matutes no se moja por nada. En un momento en que la cuestión de la salvaguardia de los derechos humanos está en primer plano de la actualidad mundial, con el aplastamiento de los kosovares, el cierre de toda perspectiva democrática para los kurdos en Turquía, el endurecimiento tanto del castrismo como de la represión de las minorías en China, el Gobierno español ni siquiera hace una reflexión general. Así las ventas no se verán afectadas. Sin duda, es una razón, pero ello no evita una imagen de conjunto deplorable. La única postura firme es la de Gibraltar, con resultados por el momento más que dudosos. Todo encaja con la impresión de que a Aznar le sobra autoridad, pero le faltan para casi todo las ideas.

Hoy por hoy, y después de la ayuda impagable prestada por el "orilla contra orilla" de IU en el pasado, la mejor baza del Gobierno del PP consiste en el marasmo en que se encuentra el PSOE. El "candidato" no llega a ser jefe de la oposición, agotándose en pequeñas cuestiones, y sigue sin resolverse el quién es quién en el vértice del partido. Tampoco se define la política de alianzas, con ese lamentable fracaso del "PSOE-progresistas" en Andalucía. Y falta la crítica en profundidad de lo que es la actuación del PP, comenzando por esa construcción descarada de una tradición conservadora a golpe de presupuesto que se ha afirmado sin oposición alguna y terminando con los espectaculares vacíos de la estrategia política de Aznar. Así, de no producirse un cambio improbable, seguirán por bastante tiempo Aznar, y Arias-Salgado, y Álvarez del Manzano. Una reedición de los años bobos, como Galdós llamó a la Restauración canovista.

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