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El "efecto Lafontaine"

Emilio Ontiveros

En pocas ocasiones, el órgano decisor de un banco central ha estado sometido a una presión tan intensa como la que ha precedido a la del consejo del Banco Central Europeo (BCE) celebrada ayer. Para evitar situaciones similares, los bancos centrales nacionales decidieron de forma coordinada la reducción de los tipos de interés antes de la entrada formal en funcionamiento del BCE.El tipo oficial quedó en el 3%, desde el 3,30% en que se mantenía en los países tradicionalmente más estables, Alemania entre ellos. En estos dos meses de vida del euro, la mayoría de los factores relevantes en la definición de la política monetaria han evolucionado de forma más adversa a la prevista por el consejo del BCE.

La economía alemana, responsable de más de una tercera parte del producto interior bruto (PIB) de la zona, ha desacelerado de forma significativa su ritmo de crecimiento, experimentando una contracción del 0,4% en el último trimestre de 1998, según dio a conocer ayer la Oficina Federal de Estadística.

Los últimos indicadores más sensibles en el seguimiento del BCE, como los de confianza empresarial y la tasa de variación de los precios al consumo, no son precisamente expresivos de una peligrosa vitalidad de la demanda que pudiera llegar a comprometer el objetivo de estabilidad de precios del BCE, situado en el 2%. Por el contrario, el último registro que ha situado la inflación anual de Alemania en el 0,2% puede aproximarse más a la temida deflación, y el conjunto de la zona, España incluida, sigue por debajo del 1%.

Sobre la base de un cuadro tal, en cierta medida compartido por alguna otra economía de la región como Italia, y determinante de la revisión a la baja de las previsiones de crecimiento del conjunto de los Once, se inscriben las insistentes reclamaciones de reducción de tipos de interés del ministro de Hacienda alemán, Okcar Lafontaine.

Frente a la mayor debilidad del crecimiento esperado en la zona, puede contraponerse la inesperada depreciación del euro frente al dólar, superior al 7% nominal desde su lanzamiento, las revisiones salariales al alza pactadas en algunos sectores importantes de la propia economía alemana, los mayores riesgos inflacionistas en otras economías de la zona o, en última instancia, el nivel relativamente bajo en el que están situados los tipos reales de interés. Elementos todos ellos que, de no haber mediado el efecto Lafontaine, probablemente no habrían sido tan determinantes en la decisión adoptada ayer de mantener inalterado el tipo de interés. La credibilidad tiene sus costes.

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