Las luchas internas y el brío de la oposición amenazan al PRI en su 70º aniversario
El partido gubernamental más antiguo del mundo, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) de México, cumple hoy 70 años en el poder. En el aniversario debe afrontar el desafío más peliagudo de su historia: ganar en democracia, sin cismas y con partidos de oposición, las elecciones presidenciales del 2000. El PRI nació en 1929 como una alianza de caudillos revolucionarios que puso fin a las cruentas luchas intestinas posteriores a la insurrección campesina de 1910 contra la dictadura de casi cuatro decenios de Porfirio Díaz.
Todavía presentes el clientelismo y los cacicazgos entre sus mandos, aunque imposibles las victorias electorales por aplastamiento del contrario, porque las nuevas leyes las impiden, el partido del presidente Ernesto Zedillo debe renovarse para no sucumbir ante el empuje de partidos de oposición más débiles por separado, pero capaces de arrebatarle la victoria el año próximo si concurren con un candidato de unidad. Las tensiones en las filas del oficialismo son importantes, y en el proceso hacia la adecuación con los tiempos surgen ambiciones, corrientes, grupos de presión, y hasta amenazas de escisión, insinuadas por quienes temen quedarse fuera de la nueva reorganización del partido y del poder, o alejados de las prebendas emanadas desde su amplísima red de sucursales.Los principales líderes de la oposición de centroizquierda fueron disidentes priístas. Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Andrés Manuel López Obrador y Manuel Camacho. El politólogo Francisco Villegas destaca que la gran ventaja del PRI, configurado a lo largo de siete decenios como un régimen presidencialista, autoritario y corporativo -un partido hegemónico de Estado- ha sido su gran pragmatismo, la flexibilidad de sus principios. "Eso explica que siga vivito y coleando y por qué otros, como el bolchevique, desaparecieron; y los partidos fascistas también fueron derrotados". Más duro es el periodista Raymundo Riva Palacio, director editorial del Grupo Multimedia. En su opinión, el PRI constituye "un sistema de complicidades escandaloso", pero a diferencia de la extinta Unión Soviética, es "flexible, se acomoda, compra, asimila, extorsiona, chantajea, coopta a la prensa".
Fuentes del partido aseguran que su dirección empuja hacia la modernidad y la limpieza, y que esos vicios son aislados, más propios del prolongado periodo de Gobiernos sin competencia, sin contrapesos en el Congreso, ni en los otros poderes. El reglamento para nombrar al candidato priísta a las presidenciales determina las discrepancias entre tecnócratas o renovadores y tradicionalistas. Las diferencias en el PRI no son sólo de procedimiento. Manuel Bartlett, alfabetizado políticamente en los viejos pupitres del partido, primero en batallar por la candidatura sin esperar a las reglas del juego, rechaza dotar de autonomía a los diez millones de indígenas mexicanos, y, más bien, pretende integrarlos. Desde el entorno de Zedillo, los renovadores impulsan la autonomía, aunque con reparos en algunos capítulos. Son cuestiones que deberá dirimir el partido, que en breve, y en un proceso abierto, tendrá que designar un candidato de consenso.
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