Apuesta en Nigeria
LA ELECCIÓN presidencial nigeriana no va a pasar a la antología de los comicios limpios, a juzgar por el cúmulo de irregularidades descrito por los observadores internacionales y el rechazo inicial del candidato derrotado a aceptar sus resultados. Pero servirá de algo si permite finalmente -tras una transición de siete meses, precipitada por la inesperada muerte en junio del dictador Sani Abacha- que el próximo mes de mayo, y después de 15 años de ruinosas administraciones castrenses, los civiles se pongan al timón del país más poblado de África y uno de los más corruptos del mundo.Es cierto que el vencedor de los comicios, Olusegun Obasanjo, de 62 años, es un general retirado que ha gozado del dinero y el apoyo de sus camaradas de armas. Y que su partido es una formación de circunstancias, sin política ni plataforma claras. Por no tener, Nigeria ni siquiera tiene una Constitución que establezca claramente el marco de poderes de los nuevos dirigentes civiles. Pero cabe anotar en el haber de Obasanjo que cedió el poder hace 20 años y que -al igual que su rival derrotado, Olu Falae, y confirmando el dicho africano de que la cárcel es antesala de la presidencia- ha permanecido tres años en prisión por orden del fallecido Abacha.
La victoria de Obasanjo es un nuevo volver a empezar para Nigeria, un gigante con pies de barro, siempre bajo las botas castrenses, que no ha hecho otra cosa en sus 40 años de independencia. Y un experimento importante para el África subsahariana, dado su peso demográfico y económico. Pero Nigeria es un lugar difícil de gobernar, que sufre monstruosos problemas políticos y económicos. No es el último de ellos que el décimo productor mundial de petróleo haya de importar crudo o que su deuda externa ronde los 30.000 millones de dólares. El país está dividido a lo largo de fallas tribales (norte y sur), religiosas (musulmanes al norte y al oeste, cristianos al este) y de una babel de lenguas. La cultura de la corrupción imperante ha dilapidado decenas de miles de millones de ingresos petrolíferos y sus infraestructuras están en ruinas. Si Obasanjo falla en su compromiso de construir un sistema más o menos representativo, nadie garantizará la unidad de Nigeria a medio plazo.
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