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El rompecabezas donostiarra

Mikel Ormazabal

El tráfico seguirá siendo un rompecabezas para el área metropolitana de San Sebastián mientras no se adivine una solución definitiva que desahogue la opresión circulatoria que resisten diariamente las principales arterias de la ciudad. Tanto el Ayuntamiento como la Diputación de Guipúzcoa se han resignado ante este problema, mientras repiten que el único remedio concluyente será la construcción del segundo cinturón, un macroproyecto previsto en el Plan de Carreteras del Gobierno vasco, cuya apertura se espera para 2008, previa inversión de 141,5 millones de euros (23.500 millones de pesetas). En el interín, crece sin remisión el número de vehículos que utilizan los accesos de la ciudad y trasiegan por ella. El último estudio de la Intensidad Media Diaria, que computa los vehículos que entran en San Sebastián, es alarmante: 95.000 vehículos penetran diariamente en la red viaria local, cifra que aumenta un 7% al año. La expansión de la ciudad y los hábitos de la población chocan frontalmente con las previsiones que manejan técnicos y políticos. Prueba de ello es que la actual variante de San Sebastián, absorbida por la A-8, soporta hoy cerca de 100.000 vehículos al día y se encuentra al borde del colapso cuando en septiembre se cumplirán 27 años de su inauguración. Las estrecheces de la capital donostiarra representan un serio contratiempo para ordenar la red viaria y obligan a renovar de continuo el entramado de carreteras locales. El problema del que adolece San Sebastián estriba en las dificultades para poner en orden los flujos circulatorios internos y repartir las entradas y salidas a la ciudad. En estas circunstancias, cuatro proyectos que entrarán en servicio entre este año y el próximo corregirán los movimientos de los vehículos. Vial Amara-Ibaeta. Por un lado, reducirá el tránsito por el paseo de La Concha y, por otro, evitará entrar en la variante para trasladarse de un barrio a otro. Se inaugura este mes tras cuatro años de trabajos que han costado 2.000 millones de pesetas, pagados por el Ayuntamiento. "Esta conexión es capital para reducir el tráfico por el centro de la ciudad", asegura el primer edil, Odón Elorza, "y nos permitirá eliminar un carril en La Concha para crear un bidegorri". Las obras de las glorietas que figuran en sus dos extremos marchan con retraso. La de Errotaburu, en la parte de Ibaeta, debe construirla la Diputación, pero no se acometerá hasta el año que viene. "Tenemos otras prioridades", afirma el diputado de Transportes y Carreteras, Antton Jaime (EA). La de Pío XII requiere una ampliación, pero el Ayuntamiento sólo posee una partida de 60 millones para este ejercicio y la rematará en el 2000. Vial Intxaurrondo-Martutene. Eliminará el tráfico de vehículos pesados por el barrio de Amara. Le ha costado a la Diputación 764 millones de pesetas y cuando se termine, también este mes, "absorberá muchísimo tráfico, al que dará salida por la autopista sin atravesar por Amara", señala Jaime. Comunicará dos barrios, los de Altza y Loiola, actualmente encorsetados. Su auténtico provecho se comprobará cuando esté finalizado el futuro nudo de carreteras de Amara y la variante del Urumea y cuando se empalme Martutene con la ciudad sanitaria. Scalextric de Amara. Es un ejemplo del mal aprovechamiento de la ingeniería. La Diputación ha concluido, dos décadas después de construirse, que es una carretera mal planteada. Como consecuencia del desarrollo urbanístico del Polígono 22, en Amara, los actuales ramales tienen que desaparecer para liberar terrenos que permitan la construcción de 1.600 viviendas. Este crecimiento residencial requiere desmontar todo el entramado de cruces y conexiones para construir otro nuevo, que discurrirá siguiendo el meandro del Urumea y racionalizará la ocupación del suelo. El inicio de las obras, con una inversión de 1.760 millones, es inminente y durarán 20 meses. La nueva configuración de las carreteras se completará con la construcción del quinto puente sobre el río, que conectará Egia con Amara para los peatones, y la apertura de dos apeaderos, uno de Renfe y otro del Topo. Vial Igara-Berio. Su construcción entraña una gran complejidad técnica, pues pasa de una cota de seis metros a otra de 34. Tiene una longitud de 471 metros y su inversión, que paga el Ayuntamiento, suma 358 millones. El vial estará terminado en 15 meses y permitirá descongestionar el tráfico existente en la carretera más próxima a la ciudad universitaria.

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Sobre la firma

Mikel Ormazabal
Corresponsal de EL PAÍS en el País Vasco, tarea que viene desempeñando durante los últimos 25 años. Se ocupa de la información sobre la actualidad política, económica y cultural vasca. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra en 1988. Comenzó su carrera profesional en Radiocadena Española y el diario Deia. Vive en San Sebastián.

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