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Tribuna:LA CRÓNICA
Tribuna
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Lectura de esquina AGUSTÍ FANCELLI

La ciudad es un libro abierto. No se trata de ninguna metáfora, sino de una constatación. Mires donde mires, siempre hay algo escrito. Se trata, es cierto, de un libro extraño. Cada día brotan en él nuevas expresiones mientras se hunden otras que el tiempo ha vaciado de sentido. Es, pues, un libro on line. No confía en ninguna reedición futura, ni remite a ninguna anterior. No tiene pasado, y tampoco futuro. Es el que es ahora, y ya nunca más volverá a ser el que fue ni será el que ha dejado de ser. Un libro, en fin, que podría haber sido escrito por Heráclito. Eso si tuviera autor. Pero no lo tiene. Tiene autores. Sabios e ineptos, engreídos y tímidos, agresivos y decorativos, crípticos y diáfanos. O sea que podría ser una antología de todo lo existente. Claro que entonces debería figurar en alguna parte el nombre del compilador. No es el caso. Además, si lo hubiera, sería un impostor. Porque un compilador selecciona, en lugar de acumular detritus, como el río de Heráclito. Lo mejor para saber cómo está hecho un libro es leerlo. Vamos allá. Lo abro al azar. Capítulo Eixample, página Provença esquina con Aribau, que es la que se divisa desde uno de los ventanales del bar Mauri. De izquierda a derecha, pone lo siguiente: "Artic Tours/ Confección artesana/ Reparació del calçat/ Master Olímpic/ Duplicat de claus/ Pis de lloguer". George Steiner aconseja recitar el texto en voz alta cuando su significado se nos resiste. Me aplico a ello discretamente, para no alarmar a los estudiantes que desayunan en las mesas cercanas. Ya está. De golpe emerge un sorprendente poema automático. Llama la atención la cadencia, el apareamiento de los términos. La gracia está en la libertad formal de las asociaciones, unas basadas en la lógica -el zapato que se repara, la llave que se duplica-, otras en una mera atracción fonética -Artic Tours, Master Olímpic-. El empleo de lenguas diferentes confiere imprevisibilidad y automatismo al conjunto. Prosigo y me doy de bruces con una pieza conceptual. "Intrafis SC/ Asesoría fiscal/ Rentas/ IVA/ Libros oficiales/ Contabilidad/ Sociedades/ Seguros/ Altas de empresas/ Varios". Mensajes limpios como cuchillos. La inquietud brota de ese "varios" colocado al final y que remite a un océano oscuro de legislaciones, cláusulas, timbres, registros y cédulas. Tras varias probaturas, todas a media voz para seguir sin levantar sospechas, llego a la conclusión de que el tono adecuado para recitar el pasaje es el de la letanía. Ningún otro se muestra tan eficazmente inexorable en su proceder. Más allá aparece un fragmento descriptivo. Dice así. "Librería R. Seriña/ Especialidad en cinema/ Garbo/ Perreras Castellanas/ perros de caza, guarda y compañía". El único verso que precisa alguna hermenéutica es ese "garbo" entre el cine y los perros. Puede tratarse de una mera partícula conectiva. Los libros de cine hablan por lo general de tipos llenos de garbo que se acompañan de no menos garbosos canes para acudir al campo los fines de semana, mantener a salvo sus mansiones en Sunset Boulevard o arrellanarse en un sofá blanco acariciando una cabeza peluda entre rodaje y rodaje. Como quiera que la imagen remite a un ocioso paseo, intento adaptar el texto a la melodía de Das Wandern. No lo consigo, y encima los estudiantes han empezado a mirarme mal. Mas, ¡oh, oh! ¿Qué hay allí? Un poema visual. Detrás de un disco de estacionamiento prohibido se esconde una palabra de la que se leen sólo la primera y la última sílaba: "Fi-" y "-lia", esto es "Filia". Estamos, evidentemente, ante una denuncia. "Filia" indica "afición, apasionada simpatía por alguna cosa", pero ese objeto del deseo, oculto tras la señal, no está al alcance del hombre contemporáneo, pues tiene prohibido detenerse. Se anuncia un desenlace trágico. Éste queda a la vuelta de la esquina, cruzado Aribau. "Crédito y caución", reza un imponente rótulo. Escojo el tempo lento y el timbre grave de la profecía bíblica para repetirme el mensaje: "Crédito y caución". El hombre moderno en la cruz del sinsentido, me digo. Quien tiene crédito no debería necesitar ninguna caución. Pero la conjunción copulativa no deja resquicio a la esperanza, es una condena explícita al vacío. Los estudiantes ya murmuran entre sí, lanzándome miradas de preocupación creciente. Decido poner punto final a la lectura e irme a casa. De camino, mantengo la vista puesta en la punta de los zapatos. Hoy no pienso leer nada más en la ciudad.

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