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Tribuna:LA CASA POR LA VENTANA
Tribuna
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La OTAN en el museo JULIO A. MÁÑEZ

La reunión de la OTAN en el San Pío V es sólo el principio: Manuel Tarancón destinará el IVAM a escuela de artes marciales dirigida por Ramón de Soto

Alguna contrapartida debía tener esa blandura de carácter que ha llevado a convertir el juramento militar a la bandera en una promesa de baja intensidad, para cabreo de Jiménez Losantos y Amando de Miguel, y así tenemos a Javier Solana y sus muchachos reunidos en el San Pío V a descubrir mediterráneos, que no sé yo para qué queremos el Palau de la Música y Congresos o el más nuevo y sobrio en nombre y apostura Palacio de Congresos si a la hora de la verdad la decisión sobre kosovos y kurdistanes se toma a la sombra de las venerables piedras del museo de siempre junto al río. No está claro si se civiliza así la alianza occidental o si se militariza el arte de este modo, duda que la presencia del hostelero Abel Matutes no ayuda precisamente a despejar, pero parece claro que la operación responde al gusto de Consuelo Císcar por el mestizaje, lección que tiene bien dictada por Gandía Casimiro y sus Cuqui y Caqui o como diablos se llamen las marujas del Equipo Límite. Si se utiliza una sala del museo para taller didáctico sobre la ciudad como metáfora a partir de las piezas de Miquel Navarro, no veo por qué no hay que dedicar el museo entero a que los vigías de occidente jueguen a soldaditos entre el autorretrato de Velázquez y las inundaciones de Muñoz Degraín, testigos mudos pero no ciegos de tantísimos desastres. A partir de ahora, no parece desdeñable que la ampliación del IVAM se destine a escuela de mamporros orientales donde Ramón de Soto y Joaquín Calomarde filosofen al alimón lo que son capaces de hacer si no se les contenta a las buenas, mientras lo que queda del Rialto se convierte en sede definitiva de la Exposición del Ninot. Hablando del Rialto, dicen quienes saben que Juan Alfonso Gil Albors, largo nombre doblemente compuesto para un sujeto más bien simple, está que no come porque su contrato termina en abril, por donde se ve que a todo lerdo le llega su San Martín, y que Manuel Tarancón ha solicitado a tres personajes de la escena valenciana, tres, que le diseñen un proyecto de Teatres de la Generalitat o cosa parecida, lo que lleva a pensar que los cerebros de la Conselleria se han quedado sin ideas de provecho para reorientar nuestra escena. El mala sombra de siempre añadirá que eso lo tenían más que demostrado en los tres últimos años, pero no deja de llamar la atención que deleguen en personas por ahora ajenas la redacción de un proyecto que se ha comido para nada no menos de 20.000 millones de pelas en los últimos diez años, en lugar de centrifugarse las meninges para ofrecer un proyecto propio. La decisión del recambio está tomada y queda a la espera de la oportunidad electoral, aunque el sujeto en cuestión, los profesionales que le apoyaron y los cargos de la cosa cultural no pagarán en cien años el mal que han hecho a nuestro teatro. Mejor no hablar de esto, porque es que se me pone un velo de sangre en los ojos y me embalo y después algunos figurones de la escena que entienden la libertad de expresión a su manera le dan la vara a mi jefe para que me tape la boca, con lo mal que les sabe a Rodolf Sirera o a Manuel Molins (otros van de comparsas) tener que recurrir a esa clase de democrático expediente. También podrían hacérselo mirar. No es el único ejemplo del primorriverismo liberal reinante: ahí tenemos a José Luis Corcuera, picador en plaza reconvertido por los socialistas en ministro de Interior, empeñado en pasar de matute una rústica bota de vino en un campo de fútbol y haciendo que sus escoltas jugaran al escondite con el personal de seguridad, que no tiene otra cosa que hacer que lidiar con este sujeto a cuenta de un odre de vino tinto. La bota fue finalmente decomisada, pero antes se vio al de la patada en la puerta y los finos obsequios de bisutería a las señoras de sus altos cargos echando alegres tientos de ella sentadito en su palco, pues bueno es ése como para respetar las disposiciones legales que él mismo impuso. Hay mucho Corcuera suelto. Ejemplo de lo mismo es un Karol Wojtyla disfrazado de Juan Pablo II que pide perdón a Galileo mientras solicita clemencia para Pinochet, en un alarde de caridad cristiana girada a treinta, sesenta o noventa bandas, mientras el más nuestro Juan Vicente Jurado instala farolas de un millón de pelas donde se ve más claro. Debe ser el único de entre nosotros, junto a Andreu Alfaro, que ha leído a Goethe como se merece. En valenciano, por supuesto. Despejado el panorama municipal capitalino, Rita Barberá parte hacia tierras navarras resuelta a romanizar de una vez al pueblo vasco: la consternación en aquellos territorios es notable.

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