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Reportaje:

El zorro de Horta y la urraca de Pedralbes

Jacinto Antón

El zorro de Horta y la urraca de Pedralbes. ¿Fábula? Pues no. Los parques de la ciudad de Barcelona albergan una fauna abundante y en algunos casos bastante sorprendente. Y eso sin tenernos que remitir al caso del infeliz perezoso suramericano ( Bradypus) hallado vivo en una bolsa de basura en Collserola. Ardillas, 50 especies diferentes de pájaros, murciélagos, jinetas, topos, jabalíes, tejones y culebras habitan algunos de los parques barceloneses de manera más o menos habitual. Cómo armonizar sus intereses con los de los ciudadanos de a pie (dos) es una cuestión que requiere estudio. La fauna de los parques fue precisamente el tema de una jornada técnica organizada por el instituto municipal de Parques y Jardines que se desarrolló el pasado miércoles en el Hivernacle del parque de la Ciutadella con la participación de naturalistas y zoólogos. Instalados en tan adecuado espacio, flanqueados por un tropical banano y mientras fuera alborotaban las cotorras suspendidas en el atardecer como esmeraldas aéreas, los especialistas dibujaron un panorama fascinante, una ciudad distinta poblada de seres emplumados, reptantes o hirsutos. Las aves fueron uno de los temas estrella. "Al cuello de cada hombre hemos atado su ave", dice la sutra 17 del Corán para sugerir la inevitabilidad del destino. Pues bien, a tenor de lo que pasa en los parques de Barcelona, el pájaro no es una buena metáfora de destino inmutable. La población pajaril de la ciudad sufre cambios drásticos y quien hoy se pasee con mirada ornitológica por la ciudad verá un panorama muy diferente al de hace unos años. Verá, por ejemplo, urracas en el parque de la Ciutadella, donde antes no las había. Le costará encontrar en cualquier lugar ajardinado de la urbe cucos, oropéndolas y ruiseñores, antaño tan frecuentes, pero disfrutará de la visión de muchos petirrojos, inexistentes hace dos décadas. Puede que el observador atento divise un arrendajo, al que empieza a verse en la ciudad desde hace apenas cuatro años. O una paloma torcaz que cría en Barcelona hace sólo tres años, en los jardines de Pedralbes. A esta ave le era imposible estar en nuestros parques por razones psicológicas, pues temía mucho a la gente, con razón: apenas se la veía, ¡pum!, se la cazaba. Especie ahora muy corriente es la tórtola turca, que salió de los Balcanes en los años treinta y ya ha llegado. El estornino vulgar ha pasado de ser visitante invernal (recuérdense las grandes bandadas) a residente. Y también su primo, el estornino negro. Es imposible que el aficionado a la identificación no se tope con alguna curruca cabecinegra, quizá la más característica avecilla de nuestros jardines y extraordinariamente abundante en el parque de los Tres Turons. Son omnipresentes las poblaciones gigantescas de gaviota vulgar y las célebres cotorras grises argentinas. Otros pájaros, los granívoros (gorrión, verderón, verdecillo), han sufrido todos bajadas espectaculares, del 50%, en los últimos 14 años. En síntesis, la situación es ésta: menos pájaros, pero un conjunto de especies más satisfactorio por lo variado y equilibrado, y sobre todo por la abundancia de especies forestales. Estos datos los ofreció el ornitólogo Xavier Batllori, que sigue con ejemplar empeño desde hace 20 años las incidencias de nuestras aves. Habló Batllori sobre los cambios de las poblaciones de pájaros en los jardines de Barcelona después de que la bióloga y especialista en psitácidos (loros y similares) Roser Nos trazara una retrospectiva histórica de los estudios de fauna barcelonesa y evocara con emoción digna de Shelley el apareamiento de un trío de jilgueros. "Hace 23 años comencé a estudiar los pájaros de los parques de Barcelona con la idea de que en la ciudad teníamos sólo palomas, gorriones y algún ave ornamental", explicó Batllori. "Cuál no sería mi sorpresa al descubrir alrededor de 150 especies, 90 de presencia no accidental y 50 con nidificación atestiguada en nuestros jardines, o sea, habituales". Los pájaros, subrayó el ornitólogo, nos benefician de varias formas. No es la menos importante el placer estético: "Tenemos jilgueros, un pájaro muy apreciado en Gran Bretaña por su belleza, pero aquí vemos tanto que no lo apreciamos como se merece". El carbonero común "reporta beneficios ecológicos a nuestros jardines, pues consume la oruga de la procesionaria. Quien se fije en el parque del Guinardó verá la gran cantidad de esa plaga que hay este año, y a los carboneros, uno de los pocos agentes naturales que la controlan". Tenemos también el mirlo. "No sólo canta muy bonito, además ayuda a mantener a raya a los insectos y a dispersar las semillas de las plantas". Batllori subrayó el papel de los pájaros como bioindicadores de la calidad ambiental. "Una forma de calcular la habitabilidad de una ciudad es estudiando cuántos pájaros y de qué tipo viven en ella, porque son seres muy sensibles a la contaminación". Apuntó el especialista que los pájaros buscan tres cosas fundamentales en un parque: comida, bebida y un lugar de descanso. Con lo que, hay que convenir, demuestran tener las mismas aspiraciones que cualquier hijo de vecino. El tamaño ideal de jardín es de cuatro hectáreas, aunque varios espacios más pequeños pero cercanos pueden valer lo mismo. Cuanta más vegetación tiene el parque y más umbrío es, mejor. Es necesario que al parque puedan llegar los pájaros desde las áreas donde son abundantes, como la sierra de Collserola y la zona del Baix Llobregat. "Crear unos buenos corredores que conecten los parques con estas áreas naturales sería una buena forma de asegurar una alta presencia de pájaros en la ciudad". El ornitólogo juzga el parque del Laberint d"Horta el mejor y más estable de la ciudad. En general hay una clara tendencia al alza de pájaros insectívoros en Barcelona, excepto en el parque de la Ciutadella, a causa de la radical eliminación de arbustos por cuestiones de seguridad ciudadana. "Las podas severas repercuten muy negativamente en los pájaros", advirtió. El biólogo del Museo de Zoología Joan Carles Senar ofreció unos datos sensacionales: la esperanza de vida de un mirlo en la ciudad (cuatro años) es de casi el doble que en el bosque. Ese mirlo urbano, además, tiene mayor capacidad de aprendizaje y de adaptación. No obstante, la condición física de los pájaros urbanitas deja mucho que desear, como prueba el trabajo realizado sobre el carbonero común: la amplitud del paquete muscular del pajarito y la intensidad del amarillo de su pecho -medidos con técnicas de gran sofisticación, como puede imaginarse- son menores que en sus congéneres forestales. Senar explicó que se ha producido en los pájaros una verdadera adaptación genética a la vida urbana, hasta el punto de que se les puede considerar "verdaderos ciudadanos".

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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