Testigo de la expulsión del enviado de EL PAÍS
Un diplomático español se llevó un buen susto al recibir en Ankara una extraña llamada telefónica a las 10 de la mañana del domingo. Nadie respondía al otro lado y sólo se escuchaban frases cruzadas en inglés y turco, entre las que acertó a oír: "Si quiere hablar con la Embajada, váyase a Ankara".En un clandestino intento, el enviado de EL PAÍS, retenido por la policía en el aeropuerto de Diyarbakir, había marcado su número particular para comunicarle en qué situación se encontraba, aunque no tuvo tiempo de hablar. Al regreso de los agentes que le custodiaban deslizó el teléfono móvil en un bolsillo. Creía que ya se había desconectado el aparato.
Pero alguien estaba al tanto de lo que ocurría en la capital del Kurdistán turco. "La verdad es que estaba muy preocupado, sobre todo al oír los gritos en turco", relató más tarde el diplomático. Una llamada posterior del periodista, una vez trasladado en un furgón policial hasta el avión que le llevó de regreso a Ankara, le aclaró los hechos: el enviado de EL PAÍS, como ha sucedido con otros informadores extranjeros, había sido expulsado.
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