_
_
_
_
_
REBELIÓN AGRÍCOLA EN EUROPA

40.000 agricultores ocupan una Bruselas acordonada

La masiva protesta contra la rebaja de precios de la PAC provocó 23 heridos y 12 detenidos tras numerosos incidentes

Xavier Vidal-Folch

Una masiva manifestación de 40.000 agricultores de toda Europa (casi la mitad, franceses) tomó ayer el centro de la capital europea. El férreo acordonamiento, las alambradas de espino, el despliegue de 5.000 policías con tanquetas y helicópteros, el intenso frío, el viento racheado y el uso de mangueras de agua de presión y de gases lacrimógenos no impidieron los incidentes, numerosos, pero sin llegar a la batalla campal.La jornada de protesta contra el descenso de precios previsto por la reforma de la Política Agrícola Común (PAC) -favorable a los consumidores- se saldó con 23 heridos (13 policías y 10 agricultores) y 12 detenciones.

Ni Praga en 1968, ni Gdansk en 1970, ni el silencioso Sarajevo de los francotiradores, ni el Berlín del muro y los controles, ni el Santiago de Chile tras el bombardeo de la Moneda, pero sombría, salvando las distancias, la atmósfera de Bruselas rememoraba ayer un poco de todo aquello. Dos instituciones, Comisión y Consejo, mantenían las vigiladísimas puertas semiabiertas. La tercera, el Parlamento Europeo, que se supone es la casa del pueblo, había echado el cierre y, ¡ah¡, simbolismo, se había ido de vacaciones.

Más información
Las razones de la protesta de los agricultores

Unos 40.000 agricultores (20.000 franceses, 10.000 alemanes, 5.000 belgas, 4.000 italianos, 2.000 españoles...), irritados por la abrumadora presencia policial y la prohibición de acceso a los tractores, se manifestaron con contundencia poco antes de iniciarse el Consejo de Ministros de Agricultura.

"Agenda 2000, no"

En el céntrico parque del Cincuentenario, un capricho conmemorativo del rey Leopoldo II, hombre de afanes urbanísticos y expropietario del Congo, los agricultores hollaban los restos de las recientes nieves. Sus dirigentes les arengaban. Los eslóganes sólo hallaban como eco un silencio metálico y huérfano.

Hubo numerosos incidentes, aunque ninguno mortal como en 1971, cuando se manifestaron 70.000 personas. Ayer, los agricultores lanzaban aquí petardos, cohetes, botellas, patatas o huevos, arrancaban allá adoquines o señales de tráfico y los lanzaban sobre los uniformados.

En la calle de Miguel Ángel -junto a la oficina de este periódico- arrancaron varios árboles, los apedazaron y volearon. Muy cerca, el casi único bar de la zona que se atrevió a abrir -finalmente fue el ruidoso, simpático y humeante Franklin- despachaba impávidamente cervezas. Toda la parafernalia violenta iba orquestada con retrueno de tambores, silbatos ensordecedores, estridencias de trompetas y gritos y pancartas contra la Agenda 2000, que incluye la reforma de la PAC para el septenio 2000-2006. "Agenda 2000, no", lucían pancartas en las 11 lenguas comunitarias; "Titanic de los agricultores", remachaban otras.

La policía belga, provista de máscaras antigás, escrutadora como nunca y antipática como siempre, respondía con igual vehemencia, empleando las mangueras de agua de las tétricas tanquetas y lanzando algunos gases lacrimógenos. Resultado de los choques: 23 heridos.

Las razones de la protesta estriban en que la Agenda 2000 prevé un descenso de los precios de garantía -por debajo de los cuales, la UE compra y almacena- del 30% en la carne bovina, del 20% en los cereales y del 15% en la leche, sólo compensados parcialmente por unas ayudas directas a la renta de los productores, que Francia pretende rebajar.

"Queremos vivir decentemente", argüía el presidente del Comité de las Organizaciones Profesionales Agrícolas, la cúpula sindical europea, Luc Guyau.

Frente a él, el comisario Franz Fischler recordaba que la reforma es imprescindible para aligerar el presupuesto de la PAC (que se disparará cuando entren los países del Este en la UE) y para prepararse a la nueva ronda comercial multilateral, que achatará las excesivas subvenciones europeas. También para beneficiar a los consumidores, que compran productos a precios muy superiores a los mundiales.

En la sede del Consejo, un edificio de inequívoca prestancia arquitectónica posestalinista, los delegados de los agricultores fueron recibidos por el presidente de turno, el ministro alemán Karl-Heinz Funke, quien les largó una perorata sobre la reforma que casi les duerme.

Los siete delegados españoles, que carecían de tarjetas de acceso, se reunieron con la ministra de Agricultura, Loyola de Palacio, en un cuchitril que alberga la cabina telefónica pública, una pecera de cuatro metros cuadrados. Otrosí ocurrió con los belgas. Todo resultaba bastante kafkiano.

De Palacio celebró "el civismo" de los españoles y trató hábilmente de capitalizar su protesta. "Lo que hacen es darme ánimos para conseguir un acuerdo razonable para España", aseguró. "Le hemos dicho que preferimos que no firme nada antes que apoye un mal acuerdo y que respaldamos al Gobierno en la negociación", añadió Pedro Barato (de Asaja).

"Queremos un reparto más justo de las ayudas, una modulación", apuntó José Manuel de las Heras (COAG). "Si acaba recortándose el gasto de la PAC, no es tolerable que no se proteja a los pequeños agricultores; la redistribución de las ayudas debería ser la prioridad" (y no sus cuantías), remachó Fernando Moraleda, presidente de la UPA.

Y es que, en el año 1995, el 1% de los beneficiarios españoles de las subvenciones de la PAC absorbió el 20% del presupuesto y el 20% se quedó con el 75%. Para el resto, migajas. En el sector del aceite de oliva, "69 privilegiados propietarios de olivar recibieron en la última campaña 4.106 millones, mientras que más de 105.000 olivareros se han beneficiado de media, cada uno, de 84.000 pesetas", calcula un informe de la UPA.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_