Fiesta de humoristas en honor de Gila
Miguel Gila Cuesta, tímido y modesto, decía ayer en Llançà (Alt Empordà) que como dibujante es un desastre porque no sabe dibujar a un señor de espaldas o a un camión por detrás. El humorista no convenció a los amigos y compañeros de profesión que fletaron un tren desde Barcelona para arroparle durante la entrega del IV Premio Internacional de Humor El Gat Perich, al que acudió una variopinta representación del mundo cultural y político catalán. El galardón, concedido por el gremio en memoria del malogrado dibujante Jaume Perich, se ha convertido en el máximo reconocimiento a los humoristas gráficos. Gila recibió la reproducción en plata del gato filósofo con el inseparable lápiz al hombro que popularizó Perich y aseguró que era el galardón más emotivo de su carrera, puesto que se reconoció amigo íntimo del dibujante desaparecido y defensor de su misma ideología. Gila confesó que en la mañana de ayer, leyendo en los periódicos del día que el Papa pedía clemencia para el general Pinochet, le vino a la memoria uno de las incisivas viñetas de Perich. En el dibujo aparecía el Papa besando el suelo en una visita a Chile y por debajo se distinguían los cadáveres de los fusilados. Antonio Fraguas, Forges, recordó durante el acto que Perich siempre decía: "Durante el franquismo no todo era malo, teníamos a Gila". El galardón fue entregado por el ministro de Educación y Cultura, Mariano Rajoy, quien elogió la enorme capacidad creativa de los humoristas y reconoció su enorme influencia en la sociedad. "Una viñeta es más importante que un editorial", aseveró. La asistencia del ministro modificó el programa previsto ya que obligó a avanzar la ceremonia antes del almuerzo. Rajoy se disculpó y aseguró que debía acudir "a Pontevedra para los actos del carnaval". No se fue de vacío: los humoristas de la revista El Jueves regalaron al ministro una caricatura. Miguel Gila, que cumplirá 80 años el próximo 12 de marzo, se declaró impresionado por el despliegue de la ceremonia, que suponía con un cariz más íntimo. "Aquí hay gente muy importante", ironizó el galardonado. Vestido con unos vaqueros y una bufanda roja en lugar de corbata, el veterano humorista aparecía desplazado entre la abundancia de políticos que acudieron al acto. No fue la reproducción del gato de Perich el único obsequio que recibió Gila durante el almuerzo. Un representante de la compañía Telefónica entregó al reconocido creador de memorables monólogos telefónicos un aparato de sobremesa en plata. Gila aprovechó el momento para comentar su antipatía hacia los teléfonos móviles. "El mío lo tengo hace 40 años", añadió. Una representación de la farándula catalana, entre los que se encontraban el presentador televisivo Jordi Estadella y el dibujante Óscar Nebreda, le impuso una barretina que lo acreditaba simbólicamente como catalán de adopción. Como muestra de gratitud, Gila les correspondió interpretando un chotis madrileño en catalán. Miguel Gila empezó a enviar dibujos a La Codorniz desde Zamora. Posteriormente, trabajó en Hermano Lobo. En el año 1951 dejó la ciudad para emprender la aventura de Madrid. Su vocación por los escenarios le llevó a actuar como espontáneo en un festival en el teatro de Fontalba, donde contó un improvisado monólogo sobre su experiencia como voluntario en una guerra. "La gente se divirtió tanto y fue tan grande el éxito de aquella improvisación, que de inmediato me surgieron contratos para varios lugares", afirma el dibujante en un texto autobiográfico. Según propia confesión, en 1962 sufrió "un empacho de dictadura" y decidió irse a América, donde pasó 23 años. En la actualidad Gila dedica su tiempo a una viñeta diaria que publica en El Periódico de Cataluña, titulada "Encuentros en la tercera edad". El resto del tiempo lo invierte en "escribir, escuchar música y leer, es decir, hacer todo lo que no pude hacer durante tantos años de trabajar intensamente", aseguró el humorista. En las anteriores ediciones han recibido el premio El Gat Perich los dibujantes franceses Jean Plantu y George Wolinski, y el español Andrés Rábado, El Roto.
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