Tesina con concierto
La presentación de una tesina en la Universidad de Alicante acabó ayer con un pequeño concierto de dos sonatas. Esta transgresión del rigor académico que suele envolver las lecturas de los trabajos de posgrado estaba, en este caso, plenamente justificada. El licenciado en Historia y musicólogo Miguel Ángel Picó, que ayer sometió su tesina a la evaluación de un tribunal universitario, ha recuperado a los hermanos Ximénez, dos compositores alicantinos del siglo XVIII prácticamente desconocidos en la actualidad pero con gran proyección internacional en su tiempo. Picó eligió una sonata de cada hermano y la interpretó al piano junto al violinista Vicente Antón para poner el colofón a su exposición. Joaquín Nicolás y Antonio Ximénez Brufal nacieron en 1742 y 1751, respectivamente, en el seno de una familia tradicionalmente dedicada a la música. Su padre era el primer violín de la capilla de San Nicolás, y fue él quien les enseñó a tocar este instrumento. Ambos fueron buenos alumnos, pues a edad temprana superaron en habilidades y prestigio a su progenitor. A tenor de lo investigado por Picó, el mayor de los Ximénez consumió su vida en un reto constante consigo mismo. Aprendió violín con su padre y violonchelo con su abuelo. En 1763, con 21 años, había adquirido una posición consolidada en los círculos musicales locales, pero Alicante se le quedaba corto y se marchó a Gran Bretaña. Allí fascinó con su depurada técnica y sus composiciones de corte preclasicista, muy del gusto de la época. No hubo de pasar mucho tiempo hasta que fuera nombrado primer violín del Oratorio de Londres. Tampoco el prestigio en la capital inglesa le bastó para toda la vida. En 1786 regresó a Alicante, pero por poco tiempo. El abismal contraste entre esta ciudad pequeña de la España dieciochesca y una metrópoli como Londres empezó a causarle desasosiego. Esto, unido a otras circunstancias, le obligaron a partir de nuevo, se cree que camino de Barcelona. La pista de su vida se pierde en 1791 en Valencia, donde ofreció un concierto en el número 5 de la calle de Caballeros. Antonio Ximénez tampoco fue amigo de la vida sedentaria. Al igual que su hermano mayor, recibió instrucción musical de su padre, al que sustituyó como primer violín en la capilla de San Nicolás cuando éste murió, en 1769. El salario no le bastaba para vivir, por lo que tuvo que buscarse otros trabajos en el ámbito de la docencia. Como su hermano mayor, decidió emigrar, aunque Antonio eligió como destino París. También adquirió fama en los mentideros musicales franceses y en 1789 presentó tres sonatas para violín y bajo continuo. Todos estos datos biográficos los expuso Miguel Ángel Picó para dejar constancia de la importancia que ambos hermanos adquirieron en su época, pese a que con el paso del tiempo hayan caído en el olvido. "Este es un trabajo de recuperación de la memoria histórica y del patrimonio artístico valenciano", dijo. El musicólogo destacó que la revisión de los dos autores cobra mayor importancia si se tiene en cuenta que apenas se conserva documentación sobre música de cámara valenciana en el XVIII. Picó encontró la partitura de una de las sonatas de Antonio en los archivos de la Biblioteca Nacional y, a partir de ahí, comenzó a indagar sobre el paso por el mundo de estos dos compositores. Y después de las palabras llegó el sonido del violín y el piano. Convencido de que el mejor modo de conocer el legado de los hermanos Ximénez es a través de su música, Picó se ayudó del violinista Vicente Antón para tocar al piano una sonata de cada hermano. La madre del ponente registró la intervención en cinta magnetofónica, pero lo que no pudo grabar fueron aplausos, pese a lo brillante de la interpretación. El presidente del tribunal, el vicerrector Antonio Ramos, excusó la fría respuesta en las circunstancias en las que se produjo el concierto. Al fin y al cabo, por mucho carácter lúdico que se quisiera imprimir al final de la exposición, Picó se jugaba ayer el reconocimiento de su memoria de licenciatura.
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