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Tribuna:LA CRÓNICA
Tribuna
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Bautizo en el Raval AGUSTÍ FANCELLI

En pos de Santa Eulàlia, que era una chica formal de Sarrià muy aficionada a patearse el barrio del Raval, esta brillante y fría mañana de domingo el cronista se calza las botas de trekking y se va al bautizo del nuevo paseo abierto entre Sant Jeroni, Cadena, Sant Pau y ex Sant Antoni de Pàdua, santo al que hay que desearle mejor suerte en su ciudad, pues en ésta ha visto cómo su calle sucumbía a la reforma urbanística. Se trata de un bautizo un poco raro. Están el papá, la mamá, los familiares y los vecinos, vestidos de domingo. Están también los padrinos: el alcalde, Joan Clos; el concejal de Urbanismo, Xavier Casas; el concejal del distrito, Joan Fuster, y el presidente de la asociación de vecinos, José García, todos peinados y con el cirio en la mano. En la fiesta hay de todo: botifarrada popular, gigantes y cabezudos, bandas de música, corales, balls de bastons, escuelas de samba... Pero falta algo gordo: el nombre de la criatura. Aún no está decidido. Un bautizo un poco extraño. En realidad, mirada de cerca, a la criatura le falta algo más: un trozo de cuerpo. De momento tiene sólo la cabeza y el tronco. No se alarmen: el niño o la niña -aún no se le ve el sexo- es perfectamente normal, pero a partir de la cintura, de ex Sant Antoni de Pàdua hasta Hospital, aún está metido en el desahuciado vientre del Raval. En épocas electorales, ya se sabe, los bautizos públicos no esperan a que remitan las contracciones. Pero bueno, el caso es que el trozo de criatura visible es sonrosado y sanote. Se compone de una risueña plazoleta junto a Sant Pau y un primoroso paseo en dirección norte, de un centenar largo de metros (cuando se acabe, tendrá 315, por 60 de ancho), con dos calzadas laterales y seis hileras de arbolitos -palmeras, plátanos y jacarandas- que algún día atraerán a los pajarillos. Es decir, que el crío ya nos sonríe. Es urgente corresponderle con un nombre. Joan Fuster todavía duda: Rambla del Raval, si es niña, o Pla Central del Raval, si es niño. En algún momento pasó por las cabezas municipales la idea de llamarle Saló del Raval, pero se desestimó por cursi. Pobres papás, nadie piensa en ellos. Papá Sant Jeroni y mamá Cadena morirán cuando el alumbramiento sea completo. ¿Vamos a ser tan desalmados para dejar que sus apellidos se pierdan? Sant Jeroni tal vez no pese mucho en el imaginario colectivo. Pero Cadena sí. Esa cadena se ponía para evitar que las carretas pasaran por allí y quedaran prisioneras del fango cuando la calle ejercía de desagüe de las Rieres Alta y Baixa. Alguien tenía que hacer el trabajo sucio. Durante un tiempo Cadena cambió de sexo: se llamó Salvador Seguí, en recuerdo del sindicalista asesinado con el Perona en la esquina con Sant Rafael. Seguí tiene ya su plaza, pero a Cadena parece que no hay quien la quiera. En esta calle, desde hace 57 años, vive la Cayetana, una salmantina amiga de Joan Clos que hace faenas por las casas y cuyo hijo trabaja en la Damm. El alcalde desgranaba estos detalles mientras, desde el escenario, reclamaba su presencia. "¿Dónde estás, Cayetana?", preguntaba una y otra vez, al tiempo que la voz se le iba enturbiando hasta convertirse sorprendentemente en la de Maragall. En la misma calle, en el número 39, vive también, desde hace 20 años, Larbi Elcorri, nacido en Marruecos y nacionalizado español, que no se atrevía a acercarse al alcalde cuando éste, tras los parlamentos y el chupinazo de inicio de la fiesta, repartía manos y peladillas. Larbi quería explicarle su caso: 17.000 pesetas de pensión por invalidez, 19.000 de alquiler, dos hijos sin trabajo que viven con él... Rambla de la Cadena, ése debe ser el nombre de la criatura. Rambla para no olvidar los servicios prestados por la calle en el alivio de aguas de más arriba, de Sarrià tal vez, del rec de Santa Eulàlia, por el que la niña mártir se deslizaba hacia el sur los domingos de sol. Y Cadena para recordar a Salvador Seguí, y a la Cayetana y a Larbi, unidos contra las desigualdades. ¿Y el bueno de Sant Jeroni, qué hacemos con él? Pues que también esté. De cintura para abajo, o al revés, la rambla podría llevar su nombre, siguiendo la muy barcelonesa costumbre de llamar a un mismo paseo de tres o cuatro maneras diferentes. ¿No va a haber otros bautizos cuando la vía llegue a Hospital? Pues ya está: a cada bautizo un nombre. El Eje Transversal, gran pionero del bautismo troceado, hubiera sido un santoral multicolor de haberse aplicado esta medida.

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