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Sequías

"Sólo el agua puede desahogar la tierra", dice Gastón Bachelard. Aunque apenas comentada por los medios estamos de nuevo ante una sequía. Silencio acaso justificado porque salimos de los tres mejores años del siglo en cuanto a lluvia caída sobre nuestros campos. Pero el cielo ha vuelto callar. Conviene tener presente que sobre los dos tercios meridionales de esta península, a lo largo del otoño y de lo transcurrido del invierno, ha llovido menos del 20% que el pasado ejercicio. Por supuesto, como todo "va bien", ni una sola medida se ha tomado para lo que podría ser conveniente ahorro.Pero son las tendencias generales las que importan. La lectura ecológica de la realidad es la que intenta ampliar los escenarios y bucea en el tiempo hasta donde lo permite el conocimiento. Por eso conviene tener presente que a lo largo de los últimos 40 años, se aprecia una merma en las precipitaciones. Porque, de acuerdo con los datos del instituto de Hidrología del CSIC, la lluvia media fue para la península de 671 litros en los cincuenta; 738, en los sesenta; 565, en los setenta; 496, en los ochenta y 609, en lo que va de los noventa. Esto último, a pesar de los mencionados tres años excelentes.

Es decir, que tiende a llover menos pero queremos más agua. Incluso aquí se proyectan hasta un millón más de hectáreas de regadío cuando bastaría con aprovechar correctamente los tres millones ya transformados. Pero en pocos aspectos de lo ambiental cabe domeñar la actual tendencia al despilfarro, la obra hidráulica y los trasvases. Porque podría trocarse la escasez en abundancia con sólo usar correctamente lo que ahora tenemos. Seguimos sin afrontar la evidencia de que sólo la mitad del agua de uso doméstico e industrial se usa realmente. O que sólo un tercio de la que riega los campos es la que realmente hace crecer las cosechas. O que sólo el 6 % del regadío español usa técnicas sostenibles. "Si no se salva mi circunstancia no me salvo yo", culmina la más, y siempre parcialmente, citada frase de Ortega.

Pero la anunciada escasez de agua en nuestro país resulta casi insignificante si la comparamos con la de las regiones áridas del planeta. A lo largo de la pasada semana se ha celebrado un encuentro internacional auspiciado por UNESCO y la Organización Meteorológica Mundial para intentar enfrentarse a una penuria en recursos hídricos que está ahogando a demasiados. Todo indica que nos abocamos a un siglo XXI con demasiados conflictos relacionados con la base de todo lo que vive y se produce. El agua dulce es ya escasa para una quinta parte de la Humanidad, unos mil millones de personas, pero pueden acabar siendo casi nulos en unas pocas décadas. Las causas son claras, casi irrevocables. La población es ahora el doble que hace 40 años, pero el consumo se ha triplicado en lo que a cada persona se refiere y se ha multiplicado por 4 en cuanto al recurso natural captado.

Como siempre, estas cifras suelen ser poco interpretables por ser medias mundiales. Más concretamente sabemos que son más de doscientos millones de personas las que ahora tienen dos veces menos agua que cuando nacieron y al menos 100 los que acceden sólo a una tercera parte. Un norteamericano, por el contrario, dispone de 2160 metros cúbicos al año. Un indio a poco más de 30. Pero también en casi todos los países industrializados se ha tocado techo y ya se anuncia un leve descenso en la cuantía disponible de agua. El ahorro, la eficiencia, el uso sostenible del agua son ya tareas universales para enfrentar la escasez.

Escasez ganada a pulso y que creció por olvidar que el planeta es agua, y la vida, agua que respira, agua que crece, agua que limpia y agua que comemos. El agua es hogar, energía, alimento, higiene para todas las actividades pero sobre todo es el soporte de todo los procesos vitales, inseparables del sistema, sistema agua. Los humanos, incluida la inteligencia, que es lo que más agua necesita - no en vano casi el 90% del cerebro es de agua- somos parte de ese sistema, al que tendremos que dedicar mucha más atención si no queremos ahogarnos en la escasez que amenaza hacer crecer conflictos de magnitud todavía no conocida.

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