Huérfanos de la Madre Rusia
Entre dos y cuatro millones de niños vagan por el país, amenazados por la droga y la prostitución
Las conmociones que ha sufrido Rusia en los últimos años -desde la desintegración de la URSS hasta la crisis financiera del año pasado- han golpeado a toda la población, y especialmente a los niños. La cantidad de menores rusos huérfanos hoy en día es ya casi igual a la que había inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, y la de niños vagabundos, mucho mayor.Los menores que se encuentran de pronto en la calle caen fácilmente en manos de elementos criminales, que los usan para cometer sus delitos o los explotan haciéndoles traficar con sus cuerpos, y a menudo los convierten en drogadictos.
Si cuando terminó la Segunda Guerra Mundial había 678.000 niños huérfanos, hoy en Rusia ya hay 624.000. Entre dos y cuatro millones de niños vagabundean por las extensas tierras rusas: se trata de muchachos que se han quedado sin padres, que han sido abandonados cuando eran pequeños o que han escapado de sus progenitores alcohólicos y drogadictos o bien de los orfanatos.
Basta darse una vuelta por las estaciones de ferrocarril moscovitas y los pasos subterráneos de la capital rusa para hacerse una idea de la magnitud del problema. Muchos de estos niños se prostituyen para poder sobrevivir o se convierten en delincuentes. Según datos oficiales del Ministerio del Interior, 189.200 delitos fueron cometidos en Rusia el año pasado por niños o con la participación de éstos; 34.000 menores son buscados por la policía.
El problema de la delincuencia infantil se torna cada vez más grave: en los últimos cinco años ha aumentado bruscamente el número de asesinatos cometidos por ellos, y el número de los adolescentes que se dedican a vender droga se ha multiplicado por tres.
Los niños son empujados a la delincuencia y a las drogas, y ellos se sumergen en esas actividades tratando de escapar a la terrible realidad que los rodea. Pero son muchos los que no lo consiguen y que finalmente optan por terminar con sus vidas: actualmente, la tercera parte de los suicidios del país son cometidos por menores.
Los menores en general hoy constituyen en Rusia una generación maldita y enferma. En los últimos tres años, la mortalidad entre los adolescentes ha aumentado en el 36% y, según el Ministerio de Sanidad, el 35% de los escolares tienen mala salud; 90.000 escolares abandonan sus estudios cada año y ya no vuelven a reanudarlos.
En Moscú se calcula que hay permanentemente más de 50.000 menores vagabundos, que sobreviven en las estaciones de ferrocarril, en los sótanos y buhardillas o en los basureros. Muchos de ellos son drogadictos y alcohólicos, y padecen tuberculosis, sífilis o sida. No es de extrañar que los menores no sólo huyan de sus padres alcohólicos, sino también de los orfanatos: un informe de la organización Human Rights Watch (HRW), hecho público a fines del año pasado, denuncia que en ellos decenas de miles de niños son sometidos a malos tratos y abusos sexuales. En Rusia funcionan 252 orfanatos, algunos de cuales son poco menos que cárceles, según HRW. "A los huérfanos se les puede meter en sacos, atar a muebles por una pierna o dejar abandonados semidesnudos en sus propios excrementos", dice el informe, que cita también casos de niños a los que se deja encerrados en habitaciones sin luz ni calefacción en pleno invierno.
No todo está perdido, por supuesto. Hay personas entusiastas que tratan de llevar a la práctica programas de ayuda infantil y parlamentarios, gente que presionan para aprobar una ley de protección a los menores. Pero es poco probable que la situación de los menores mejore sustancialmente, al menos mientras Rusia continúe sumida en su crisis económica: si no hay financiación, los proyectos, por muy buenos que sean, se quedarán sólo en buenas intenciones.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.