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Quince cerebros para el alcalde

Tormenta de ideas. Sin aparato eléctrico, pero tormenta de puntos de vista, al cabo. Tal fue la sustancia de la cita convocada la mañana de ayer por el alcalde de Madrid en la Casa de América: abierta sólo a expertos en cuestiones ciudadanas, en sentido bastante amplio, les invitó a debatir ideas sobre la calidad de vida urbanística en las grandes ciudades, con Madrid de fondo, claro. El anfitrión, José María Álvarez del Manzano, se retrasó media hora larga por el Consejo Nacional del PP, pero también resumió, a su manera, el coloquio de sus invitados.Más que una reunión urbanística, el perfil de la cita se aproximó en mayor medida al de una exhibición preelectoral del alcalde. "Siempre estoy en campaña electoral, desde el mismo día en que fui elegido", bromeó a este diario, a una pregunta sobre el presumible sesgo de su convocatoria.

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El primer edil reunió en el palacio de la plaza de Cibeles una plétora de especialistas, quince varones -no hubo damas- de la primera fila del Urbanismo, como Ricardo Bofill y Mariano Bayón; de la Historia y de la Arquitectura, como Carlos Sambricio, Antonio Fernández Alba y Miguel Oriol; de la Sociología popular, como Amando de Miguel; la Economía, como Ramón Tamames; incluso de la Literatura, en la persona de Luis Racionero, y de las Relaciones Públicas, como Rafael Ansón. El conocido gastrónomo definió los objetivos de la convocatoria con una serie de ideas encadenadas: "Yo sólo sugerí que se trataba de decir aquí que en Madrid se hacen cosas, que se hacen bien y que se van a hacer mejor aún con el concurso de los que saben", dijo Ansón a este diario.

La reunión se desarrolló a puerta cerrada. "Fue algo evanescente", según un experto que asistió a la cita, "pero eso de que el Ayuntamiento le llame a uno para hablar de lo que uno sabe, resulta reconfortante, aunque sea dos años después de la entrada en vigor del Plan General de Ordenación Urbana de Madrid", aprobado en abril de 1997. Debate, lo que se dice debate, no hubo. Si hubo, empero, dos horas de exposiciones, "las primeras algo caóticas; las siguientes, más sistemáticas", según reconoció otro asistente.

El consenso surgió en torno a algunos puntos: el primero, la propia necesidad del debate sobre la calidad urbanística en Madrid (más de uno se felicitó de que la práctica municipal se planteara de una vez la necesidad de una teoría directriz de la acción municipal en su conjunto). En segundo lugar, se admitió la necesidad de crear un laboratorio de ideas sobre la estrategia urbanística madrileña. El tercer punto de acuerdo versó sobre "un gran pacto social para avalar esas ideas estratégicas", pero nadie fijó las bases del nuevo consenso para hacer viable el pacto. La mayoría de los asistentes saludó la intervención del escritor Luis Racionero sobre la oferta de ocio de Madrid y la eventual californización de la región.

De la calidad de vida de los madrileños en sí misma no se habló o, si se habló, apenas se escuchó: varias taladradoras horadaban impenitentemente las calles aledañas.

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