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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Algo por algo

TONY BLAIR, el primer ministro británico de la tercera vía, quiere poner fin a lo que llama la cultura del "algo por nada" en las subvenciones que proporciona el Estado del bienestar, en gran parte inventado por sus antecesores laboristas. En la segunda gran reforma social que emprende su Gobierno, el proyecto de Ley de Reforma del Bienestar que acaba de hacer público pretende profundizar en la línea de "trabajo para los que pueden y seguridad para los que no pueden".El proyecto, que ha de aprobar el Parlamento en principio sin problemas -salvo una posible rebelión del ala izquierda del laborismo-, se propone una línea de actuación que ya se practica en muchos países: obligar a pasar controles periódicos sobre su situación y recibir consejos u ofertas de trabajo a los que cobran seguros de desempleo, ayudas por discapacidades -cuyo número se ha multiplicado por cuatro en 25 años- o subvenciones a familias monoparentales por el cuidado de menores. El ministro de Seguridad Social, Alistair Darling, ha prometido que no se obligará a nadie a tomar un empleo en contra de su voluntad.

La reforma presentada también pretende actuar en otros terrenos tales como el de "impulsar sin obligar" a los más acomodados a suscribir fondos de pensiones con los que completar lo que reciban del erario público en el momento de su jubilación y completar sustancialmente las pensiones de los más desfavorecidos. También se propone aclarar cómo se dividen las pensiones cuando hay un divorcio por medio o reducir las pensiones por viudedad a los mayores de 45 años sin hijos.

"Seremos duros", ha asegurado Blair en un artículo publicado en un periódico popular en el que claramente indica que quiere acabar con la "cultura asistencial". Lo que se divisa en este camino que, con algunas dudas, está marcando el Nuevo Laborismo es el fin de las prestaciones universales en algunos aspectos del Estado del bienestar para concentrar las subvenciones sociales en los grupos más necesitados. Todo ello sin llegar a esa política de la compasión que propugna la nueva derecha. Más que recortar gasto público social, aspira a concentrarlo en sanidad y educación, dos capítulos en los que la sociedad británica, y su clase media en particular, demanda una cobertura universal.

En estas primeras concreciones prácticas de su tercera vía cabe preguntarse si Blair va a conseguir sacar de la pobreza a millones de británicos que prefieren vivir de subvenciones antes que de unos sueldos misérrimos en el país de la UE más marcado por la división en clases sociales. Blair tiene a su favor que su programa de New Deal para las madres solteras ha dado resultados, pues ha llevado a que el 80% de las afectadas haya encontrado empleo. Por su parte, el plan de ayuda a los menores de 25 años, de formación y búsqueda de empleo, ha reducido a la mitad la tasa de paro en esa franja de la población.

Ahora bien, a pesar de tales éxitos, lo que resulta más dudoso es si éste es el mejor momento para lanzarse de lleno a prometer puestos de trabajo para los que subsisten gracias a la asistencia social. El Banco de Inglaterra acaba de anticipar que la economía británica va a tener en la primera mitad de este año un crecimiento "cercano a cero", lo que plantea un horizonte oscuro para la creación de empleo. El Nuevo Laborismo no sólo debe concretar más, sino mostrar su capacidad a la hora de afrontar una recesión económica.

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