En plena vitalidad

La presencia de Adrián Leaper y la colaboración de Joaquín Achúcarro aseguraban el interés y el atractivo del último programa de la Sinfónica de RTVE. El brillante titular de la Filarmónica de Gran Canaria, con la que tan brillante labor viene realizando, reúne dos cualidades, entre otras muchas: es un músico serio y un conductor práctico capaz de montar con éxito en unos pocos ensayos la Cuarta sinfonía de Bruckner, el Concierto en do menor de Mozart y la obertura de La flauta mágica. Sonó ésta con la calidad necesaria o suficiente para que su ligereza, cruzada con tintes dramáticos, llegara a todos. Después Achúcarro tocó admirablemente el Concierto mozartiano, número 24 de los 27 que Mozart escribiera para piano. Cuando no había cumplido 20 años ya hacía Achúcarro un buen Mozart, fresco, vivo y melancólico; ahora, en la cima de su carrera internacional, cuando retorna a Mozart, a sus dones y deberes añade la larga experiencia. Como todo cuanto toca, Achúcarro ha pensado, repensado y renovado el estudio sobre los pentagramas mozartianos, hondos, anunciadores, vitales, a través de los tiempos. La Cuarta sinfonía, denominada Romántica sin especial justificación, pues no lo es más ni menos que cualquier otra de su autor, fue la gran puerta por la que Bruckner entró en los grandes públicos, incluso en los latinos, bastante renuentes durante muchos años a la monumentalidad, del sinfonismo bruckneriano, tan original como potente. Con la Cuarta, defendida por tres páginas de Wagner, inició Heinz Unger con la Nacional la penetración del músico de Linz entre nosotros, allá por 1946. Hoy, de manera normal, Leaper puede lograr una versión lírica, bien estructurada y cantada, de una sinfonía que, sin duda, marca un jalón en la historia. Mandó la voluntad de claridad y el deseo de comunicación y así el éxito, justísimo, quedó garantizado y el público asiduo del Monumental ovacionó al director y la orquesta con tanto calor como antes lo había hecho con Joaquín Achúcarro.