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AVOCET

A El maestro de esgrima

Madrugando un poco y acercándose con sigilo al borde de la orilla, de la que tiene un manto de fangos que brillan empapados con los primeros rayos del día, ahí en las aguas salobres de los estuarios, charcas y pantanos, aparece sobre la primera capa de agua que no llega al palmo la curiosa y hábil avoceta. Anda ocupada, en las zonas húmedas de la Bahía de Cádiz, de aquí para allá buscando comida, y para eso utiliza su curioso pico negro torcido como si de un sable o florete se tratase. Entre otras técnicas corta el agua con una destreza admirable esta especie denominada limícola por alimentarse en zonas de limos o fangos. Entre el blanco y el negro se va configurando la silueta de un ave que pasa el invierno de forma cautelosa y poco llamativa. Dicen algunos expertos que estos últimos años su población ha ido en aumento, esperemos que sea del todo cierto. Nos quedamos por lo menos con esa mirada sigilosa ante la orilla en la que por delante los pequeños correlimos y los archibebes acompañan en formas y contrastes a las estilosas y exquisitamente bellas Recurvirrostras avosettas. No son fáciles de ver pero el instante compensa un pequeño madrugón de fin de semana.

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