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Territorio sentimental

JAVIER UGARTE Amo esta tierra; qué le vamos a hacer. Por otros lugares siento admiración, asombro, incluso siento afecto o enamoramiento; pero por esta tierra siento esa debilidad de la querencia. No pretendo resultar afectado, aunque sé que reconocerlo es en extremo comprometido (ya veo las risitas irónicas de mis amigos). Pero, qué le vamos a hacer, sucede, y vivo con esa querencia -y vivo de forma moderadamente satisfactoria; vamos, que lo tolero bien-. Incluso hay días (no más de diez al año) en que llego a disfrutar de ella; y les aseguro que son momentos deliciosos. Luego está todo lo demás. Pero ese cálido cariño por la tierra hecho de gozos y sinsabores permanece conmigo y conmigo desaparecerá. Es una querencia arbitraria y caprichosa, lo sé, con una geografía peculiar (¿de Santa Marina al Peine de los Vientos, Castro, el Puente Colgante, Lezaun, Getaria, Urbia y Haro; o tal vez de Regoyos a Henry Bengoa, Inventarium?); una geografía que incluso tiene fronteras interiores y desafectos clamorosos que no enumeraré. Todo eso lo sé. Pero es mi geografía, mi propio metro cuadrado de tierra que poseo y me posee. Es, así lo siento yo, un modo de apego al País Vasco. Si me recreo en este particular afecto es porque creo que mi experiencia puede que no sea única. Estoy seguro que no lo es. Me refiero a esa cosa que todo lo deforma y en donde reina, para bien y para mal, la más absoluta subjetividad: el ocre quebrado de ciertos cortes en la roca, siluetas urbanas o naturales, y colores que, por alguna extraña razón no te son indiferentes. Tal vez, porque configuraron el paisaje sencillo y fiero de la infancia. ¿Quién no es capaz de acotar ese territorio? En ocasiones ese sentimiento es compartido y conforma grandes clubes de patriotas de esto o lo otro. Conozco grandes patriotas de Bilbao (del Gran Bilbao, claro) o de la Real; del vino de Rioja o el marisco cantábrico. Conozco excelentes patriotas de cierta literatura o del euskera (¿qué si no conforma ese gran país que estos días impulsa el Bai euskarari?). También conozco patriotas de alguna religión (aunque éstos en el Viejo Continente tienden a decaer; no así en el Nuevo). O patriotas de la ecología, el montañismo o del bonsai (mucho más que simple jardinería). Son grandes corrientes colectivas que nos habitan y habitan toda sociedad moderna. Yo mismo (o usted) podría pertenecer a alguna de esas patrias. Claro, que no a todas. Y mucho menos todos a todas a un mismo tiempo. Si así fuera (si a todos nos gustara recoger setas, pongamos por caso), podría hacerse normativa la pertenencia a esa patria (los Recogesetas) y crear un servicio general obligatorio con ese fin (Brigadillas Reguladas de Recogedores). Claro que eso ocurre muy raramente. Desde Constantino y aún antes (o luego con Recaredo y Felipe II en nuestra cultura), las estructuras estatales fueron teocráticas. Por la cristiandad se hicieron no pocas guerras; la última la hicieron algunos de nuestros abuelos. Luego, con el liberalismo, los Estados pasaron a ser laicos: la norma, la ley, ya no se inspiraba en la religión sino en valores humanistas abstractos. Sin embargo, a fines del XIX y con el principio de la nacionalidades de la Paz de Versalles (1919), una nueva teocracia inspiró a los Estados: pasaron de ser nacionales a ser nacionalistas y tener corporeidad identitaria, que fue normativa a expensas de minorías varias. Ahora se nos propone una geografía del País Vasco, Euskal Herria (vieja propuesta), que, sin coincidir exactamente con la mía, estaría encantado de aceptar. Pero se da el caso de que no la acepta la mayoría de los habitantes de las seis provincias propuestas por los "munícipes" (justo hasta Castejón, pero Alfaro ya no). ¿Por qué ese empeño en hacer normativa la pertenencia al País Vasco? ¿Acaso no es tiempo de que los territorios sentimentales, como las religiones y otras instituciones carismáticas, pasen al ámbito de la privacidad en una Europa de la regiones o de las ciudades con soberanías solapadas? ¿No es éste el caso de Euskaltzaindia? Tal vez es tiempo de que los vascos nos defendamos de nuestros nacionalistas (como los españoles se defendieron de los suyos

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