Alarma por sobredosis de dinamita
Una explosión para extraer carbón provoca destrozos en numerosas viviendas de pueblos leoneses
Los más de 6.300 habitantes del municipio de Fabero, alarmados, creyeron el pasado viernes, por unos segundos, que habían sufrido un terremoto. Sólo les bastó asomarse a ventanas y puertas para comprobar, por la gran columna de humo negro que divisaban a pocos metros, que la fuerte sacudida era consecuencia de una de las habituales voladuras mineras controladas de la empresa Uminsa, propiedad de Victorino Alonso, para extraer el carbón en parajes cercanos al pueblo. Los vecinos dicen que en esta ocasión "a alguien se le fue la mano con la dinamita". La violenta explosión hizo temblar los pueblos de la cuenca, provocando la rotura de cristales y grietas en viviendas, establecimientos públicos y cuadras de Otero de Naraguantes, Lillo y Fabero. El tajo minero a cielo abierto donde se produjo la detonación se encuentra a unos 300 metros del pueblo de Otero, y un nuevo proyecto empresarial amenaza con acercar aún más la actividad laboral. La ley marca que una actividad peligrosa de este tenor no debería situarse a menos de 2.000 metros de una población, recuerda el alcalde de Fabero, Demetrio Alfonso, del PSOE. La onda expansiva se sintió en un radio de cerca de diez kilómetros.
"Más vale morirse que aguantar otra embestida así. Creía que era el fin del mundo". Leonardo Ramos es un minero jubilado de Antracitas de Fabero, de 65 años, que el pasado viernes vio con estupor cómo temblaba su modesta casa de una planta en Otero, al tiempo que se abrían las puertas de los armarios y se descolocaban los cacharros de la cocina. Los azulejos del cuarto de baño y de la cocina se rajaron del techo al suelo. "Sólo fueron unos segundos, pero me bastó el susto", dice entre lágrimas el anciano.
Era mediodía, y Olga Marqués, pescadera de Fabero, tenía una nutrida clientela. "Estaba detrás del mostrador y vi cómo la cámara frigorífica se movía. Se desplomó la cristalera de la ventana sobre nosotras y el cristal de la puerta tenía las mismas intenciones. Fue tremendo", asegura con pavor en su rostro. Olga construyó, con los "ahorros de toda una vida", una vivienda sobre la pescadería. También aquí, el temblor provocó grietas en el techo y en la fachada. En el bar La Estrella de Otero, su propietaria, Teresa Vázquez, se lamenta de las numerosas grietas ocasionadas por la explosión. Un día después, todavía se podían ver los cascotes del techo sobre un montón de cajas de cartón apiladas junto al poyete rajado de una de las ventanas. Un bando del alcalde de Fabero invita a los ciudadanos a denunciar los daños producidos por la voladura para que los servicios municipales puedan evaluar los desperfectos. Una treintena de vecinos ha expuesto durante el fin de semana la relación de desperfectos en sus propiedades, aunque se espera que esta cifra, como mínimo, se triplique.
Fue el propio alcalde de Fabero quien, tras la explosión, denunció la voladura "incontrolada" ante la Junta de Castilla y León y la Subdelegación del Gobierno para que inmediatamente se paralizaran las labores mineras en la zona y se iniciara una investigación.
Francisco Rodríguez, presidente de la junta vecinal de Otero, asegura que en cada voladura, de las varias que se producen al día, se emplean entre 6.000 y 8.000 kilos de dinamita, pero reconoce que en ocasiones esta cifra se duplica. Numerosos vecinos vienen exponiendo desde 1996, ante el procurador del Común y la Junta de Castilla y León, las molestias y daños que ocasionan la actividad minera de exterior en la denominada Gran Corta, pero la contestación no ha llegado aún. Las minas de carbón de interior que daban trabajo en la cuenca en la década de los ochenta a 1.400 mineros se han reducido hoy a dos, con poco menos de 400 trabajadores, y las galerías se entrecruzan bajo los pueblos. La reconversión galopante del sector permite que se extraigan con menos gastos para las empresas cerca de 500.000 toneladas anuales de mineral a cielo abierto y apenas 250 trabajadores. Las molestias se pagan con un canon anual de las empresas mineras de 20 millones de pesetas a cada junta vecinal y con 36 millones al Ayuntamiento de Fabero, según reconoce el alcalde. La disyuntiva está, para el edil, "en esto o nada", y el censo canta: de los 8.000 habitantes del municipio de Fabero en la década de los setenta quedan hoy 6.300.
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